lunes, 23 de abril de 2012

Fragmentos de libros, películas,...

¡¡Hola!! Bueno hoy estaba mirando una libreta con las frases que más me han gustado de mis libros y películas favoritas y he pensado: ''¿Cuáles serán las frases que hayan enamorado a otras personas? ¿Que te hayan hecho sentir un millón de mariposas revoloteando en tu estómago cuando las has leído o escuchado?''
Por eso me gustaría que dejarais vuestras frases o fragmentos favoritos para compartirlas con todo el mundo y que otras personas puedan sentir lo mismo que sentisteis vosotros en ese momento. ¡Aquí dejo yo las que más me han gustado a mí!

''Si perecieran todas las cosas pero quedara él, podría seguir viviendo. Si, en cambio, todo lo demás permaneciera y él fuera aniquilado, el mundo se me volvería totalmente extraño y no me parecería formar parte de el.'' Cumbres Borrascosas.


''Enamorarse se parece a un jardín. Si te ocupas y lo cuidas, se convierte en amor. Si lo descuidas o abusas 
se muere. El único modo de tener amor eterno es no dejar nunca que tu corazón olvide lo que es vivir 
sin el.'' El juego de la noche.


''No es bello aquello que es bello, pero es bello aquello que te gusta.'' 3MSC


''Nos gustaba darnos un beso rápido, a escondidas. Yo me sentía como si me hubiera tocado, a mi solamente, la parte más deliciosa del fruto que me ofrecía el mundo.'' Un grito de amor desde el centro del mundo.


''El amor más hermoso es un cálculo equivocado, una excepción que confirma la regla, aquello por lo que siempre habías utilizado la palabra "nunca". El amor no es sabiduría es locura.'' Perdona si te llamo amor.


''...La miro y se me parte algo dentro de mí, algo que pensé que hacía tiempo que había perdido. Mi alma''
El círculo perfecto.


''Sintonizar...¿Qué querrá decir? La sintonia es algo que tiene que ver con la música. O peor aún, con los circuitos. El amor, en cambio, es cuando no respiras, cuando es absurdo, cuando echas de menos, cuando es bonito aunque esté desafinado, cuando es locura... Cuando sólo de pensar en verla con otro cruzarías a nado el océano.'' Tengo ganas de ti.


''Eres hermoso y triste - musité sin mirarlo- Igual que tus ojos. Eres como una canción que oí de niña y de la que no volví a acordarme hasta el día en que me encontré con ella de nuevo.'' Temblor.

lunes, 16 de abril de 2012

Capítulo 3

Subí arrastrando los pies por las escaleras de camino a mi habitación. Habían sido tres horas espantosas. La policía se había ido hace unos pocos minutos, bueno no todos. Mi madre todavía seguía despidiéndose del jefe de policía que seguía intentando arrancarle una cita. Lo que no sabía es que mi madre era una romántica empedernida y todavía creía en eso del príncipe azul, y él no encajaba en su ideal.

 Alta y delgada era completamente opuesta a mí. Según ella éramos muy parecidas, pero yo solo veía similitudes en los ojos, grandes y del mismo color marrón, y en la piel blanquísima como si nunca nos hubiese dado el sol. Ella al ser pelirroja la piel tan blanca la daba un aspecto de duendecillo, mientras que a mí con el color marrón oscuro de mi pelo me daba un aspecto demacrado. Había días en verano que me quedaba horas y horas bajo el sol para intentar ponerme morena pero no había manera.

 Entré en mi habitación con Ángelo pisándome los talones y me quité la ropa hasta quedarme solo con la ropa interior. Me dirigí hacia el espejo y me miré. La verdad es que no estaba tan mal. Mi pelo se ondulaba de forma favorecedora alrededor de mi cara y mis pestañas no necesitaban rímel. Y me habían crecido las tetas bastante. Hasta hace dos años casi que no necesitaba utilizar sujetador, y ahora… bueno no estaba mal parada en ese aspecto. Seguí bajando la mirada. Tenía una cintura pequeña y el piercing que me hice en el ombligo con Amanda este año me quedaba genial. Suspiré. Hay venía el fallo. Mis caderas. Eran demasiado anchas para ser bonitas y me hacían un culo enorme. Ángelo seguía todos mis movimientos con la mirada. Le miré.

 -¿Tu qué crees? Yo creo que no estoy nada mal. – Dije riéndome. Ángelo subía y bajaba la cabeza como diciendo que sí. ¿Quién sabe? Igual me he encontrado a un gato superdotado o algo. Me reí de mi estupidez. ¿Un gato superdotado? Venga.

 Fui a mi armario y saqué el pijama. Era un pijama de hacía años pero me encantaba. Tenía el pantalón azul y la camiseta blanca con pequeñas estrellitas de colores, infantil pero gracioso. Fui al baño y me lavé los dientes. Me miré en el espejo y comenzaron otra vez las preguntas. ¿Quién podría querer hacernos esto? ¿Y por qué? Según la policía seguramente había sido una broma de algunos chicos del barrio, por eso de ser nuevas. A mi madre le habían convencido pero a mí no. Todo era demasiado grave como para ser una broma. Bueno, daba igual, de momento no podíamos hacer nada, todo era cuestión de esperar a ver si descubrían quién había sido. Terminé de hacer la trenza y me dirigí a la cama. Había sido un día muy largo. Ángelo se subió a la cama. A no, eso si que no.

 -Vas listo si piensas que vas a dormir en mi cama. – Exclamé señalándole. Me miró fastidiado. – No me mires así. Esta es mi cama, la tuya va a ser la alfombra. Esta blandita, suave y rosa alfombra. – Se bajó de la cama mirándome con altanería. – Buen gato. – Dije acariciándole. – No te puedes quejar. Antes estabas en la calle y ahora tienes un lugar calentito donde quedarte. – Al final se enroscó y se tumbó mirando hacia la cama con sus ojos verdes.

 Bostecé. Estaba agotada. Quité la alarma del móvil, no pensaba levantarme hasta la hora de comer como mínimo.

 -Buenas noches Ángelo. – Recibí un maullido en respuesta. Sonreí.

 Lo último que pensé antes de que el sueño me reclamara fue en el extraño sueño que tuvieron las gemelas. ¿Se haría realidad?

 Desperté con la sensación de un brazo rodeando me la cintura y algo duro contra mi espalda. Me acurruqué contra ello. Casi al momento me puse tensa. ¿Un brazo? Me levanté de un salto en la oscuridad y corrí hacia las ventanas para subir las persianas. Oí un quejido detrás de mí cuando deje entrar la luz. Me giré lentamente. Imposible. Abrí los ojos desmesuradamente. Un ángel. Había un ángel desnudo en mi cama. Y eso no era lo peor. Era ÉL chico. Me acerqué lentamente para observarlo de cerca. Era imposible pero ahí estaba. El pelo cobrizo le caía en ondas sobre la almohada y su cara. Una cara absolutamente hermosa con un lunar en la mejilla derecha. Cerré los ojos. No podía ser, era imposible. ¿Cómo había acabado en mi cama? Y era mismo chico del sueño. Abrí los ojos otra vez para comprobarlo. Sí, ahí seguía la misma cara y el mismo lunar. Lo examiné más de cerca. Tenía los pómulos altos y la mandíbula cuadrada que le daría un aspecto de tipo duro aun durmiendo de no ser por sus pestañas absurdamente largas y su boca. Una boca suave que hacía que solo pudiese pensar en besarlo. Desterré esos pensamientos de mi mente y seguí con la exploración. Tenía unos hombros anchos que se iban estrechando hasta llegar a la cintura. Su pecho parecía duro como el granito. Seguí bajando la mirada. Me ruboricé. ¿Pero qué estaba haciendo? Menos mal que esa zona estaba tapada por la sábana. Pero yo había dormido bajo esas sábanas apoyada a ... Gemí. Me tapé la cara con las manos y me reprendí mentalmente. Ya era hora de que mirase ESA parte. Abrí los ojos lentamente. Hay estaban. Por más que las había ignorado no habían desaparecido. Sus alas. Eran preciosas. Pero no eran blancas. Al contrario. Eran de un color azul oscuro con las puntas doradas. Que raro. ¿Serian tan suaves como parecían? Alargué la mano para comprobarlo pero justo cuando estaba apunto de rozarlas, me sujetó la mano y me quedé paralizada por los increíbles ojos verdes que me devolvían la mirada. Se parecían a los de ... no ... imposible. Él no podía ser ... Sonrió lentamente como si fuese consciente de la confusión que me embargaba.

 -Miau. – Solo hizo falta esa palabra pronunciada por él con voz ronca del sueño, para que toda la confusión que sentía en mi interior (que no era poca) se transformase en rabia.
 -¡Tu!¡Cómo te atreves! ¿¡Quién te ha dado derecho a colarte en mi casa, espiarme mientras dormía y meterte en MI cama desnudo!?¡Y encima disfrazado de gato!¡Estás mal de la ...! No pude terminar la frase porque de repente mis labios fueron invadidos por los suyos. Todos mis pensamientos se dispersaron. Pues sí que besaba bien, al menos para ser un tipo con alas ¡Alas! Lo empujé de un golpe y salí de debajo de él. ¿Cómo había acabado ahí? Daba igual lo que ahora importaba era alejarme de él, para evitar que me lanzase como una loca a besarlo. Sacudí la cabeza. ¿Qué necesitaba? Respuestas. Pues no había tiempo para besos, aunque fueran de esa boca pecaminosamente dulce... Agg

 Él se había sentado en la cama con la espalda apoyada en el cabecero con expresión relajada mientras me seguía con la mirada, yo había empezado a dar vueltas por la habitación con una bestia enjaulada. Al menos había tenido la decencia de taparse un poco con la sábana, aunque una parte perversa de mi interior me decía que estaba mejor antes. Le agradecí mentalmente que se hubiese tapado , así me lo ponía un poco más fácil. Las alas las tenía un poco replegadas pero aun así ocupaban casi toda la pared. Paré de dar vueltas y le miré. No estaba nada nervioso porque le hubiese descubierto, porque supiese que es un ángel. Parecía cómodo mientras observaba la habitación. Como cuando alguien observa la habitación del hotel en la que va a quedar se una temporada. Pues más le valía no acostumbrarse – Pensé. – porque le iba a echar de aquí o iba a llamar a la policía (otra vez por aquí y solo en dos días; mi madre me iba a matar) en cuanto contestase a algunas preguntas. Crucé los brazos sobre el pecho para ponerme firme. Él se estaba estirando en ese momento y en seguida dirigió la mirada hacia ahí. ¡Pero será salido el angelito este!¿¡Quién se creía que era!? Le fulminé con la mirada y él me sonrió para nada avergonzado.

 -¿Quién o qué eres y qué hacen en mi casa? – Le pregunté enfurecida. Él levantó una ceja (que envidia, siempre he querido saber hacer eso) y movió las alas.
 - ¿Tu qué crees que soy? – Tenía una voz suave y un poquito ronca. Vamos, la típica voz que vuelve loca a las mujeres. – No hace falta ser muy lista. – Será imbécil.
 -Lo que creo es que eres un imbécil que se ha disfrazado de ángel, se ha colado en mi casa quién sabe cómo y en mi cama desnudo y ha secuestrado a mi gato. – Dicho así tenía más sentido que el creer que era un ángel que se había transformado en gato y que por la noche se había transformado en otra vez en ángel mientras echaba una cabezadita en mi cama. Se echo a reír a carcajadas. Apreté los dientes tanto que me rechinaban. -¿De qué te ríes? No te reirías tanto si esto te hubiese pasado a ti. ¿Si alguna se colara en tu cama desnuda te hubiese gustado? – Dije furiosa. Ni lo pensé hasta que lo dije.
 -Depende de si eres tú o no la que se mete en ella. – Contestó sin dejar de reírse.

 Le tiré un peluche. Eso solo hizo que se riera aun más. Me quedé en el extremo más alejado de la habitación con un peine en la mano y fulminándole con la mirada. Poco a poco se fue calmando y me miró con ojos chispeantes.

 -Esto va a ser de lo más interesante. – Lo dijo tan bajo que no se si lo oí bien. Más alto dijo: - Vamos a calmarnos antes de que te explote la vena esa que te palpita en la cabeza. Se supone que tengo que cuidarte no enviarte al hospital.

 -¿Cuidarme? Mira vamos a hacer una cosa, tú te quedas en esa cama calladito y sin moverte mientras te hago unas preguntas y según lo que me contestes llamo a la policía o te echo a la calle, ¿te parece bien?

 -A sus ordenes señora. – Repuso con una sonrisa que enseñaba todos los dientes. Tenía uno de los colmillos un poco torcido y le daba un aire de travesura. Suspiré. Se puso un poco serio. – Quiero que sepas que no estoy aquí para hacerte daño. Después de todo soy un ángel, ¿no? – Dijo volviendo a sonreír. Debía de ser el tipo que más sonreía del mundo. Un momento, ¿ángel?

 -Vale. – Repuse despacio. Ya estaba pensando en como conseguir el móvil para llamar a la policía. Estaba loco. Y yo también, por un momento me lo creí. – ¿Así que piensas que eres un ángel?

 -No lo pienso, lo soy. – Dijo sin perder a sonrisa ni vacilar en la respuesta. – Normalmente las alas son suficientes para convencer a una persona.

 -Y ¿cómo se yo que no están pegadas a tu espalda? Antes no me dejaste tocarlas. – Me sonroje al pensar en lo que había pasado antes. Él se levantó de la cama. Cerré los ojos rápidamente. - ¿Pero qué haces?¿No ves que estás desnudo?

 -Oh, lo había olvidado. – No se lo creía ni él, lo había hecho apropósito. Se oyó el chasquido de dedos. – Ya está ya puedes mirar. – Se le notaba por la voz que estaba conteniendo la risa. Abrí un ojo con precaución, y al momento los abrí de golpe. ¿De dónde había sacado los pantalones? Tenía puestos unos pantalones vaqueros pero no se había puesto la camiseta, lo que provocaba que me despistase. Se me caía la baba, pero nunca lo admitiría. Bueno, parecía que no hacía falta. Sus ojos me examinaban con picardía y una sonrisa tironeaba de sus labios. Borré la sonrisa tonta de mi cara y volví a fruncir el ceño. Malditas hormonas.

 - ¿Y bien?¿Me vas a enseñar las alas o no? – Dije agria. Él se rió y se dio la vuelta.
 -Adelante. Me acerqué lentamente, manteniendo el cepillo en la mano. Si la cosa se ponía fea podría ganar tiempo con el y llamar a gritos a mi madre. Me situé justo detrás de él y miré su espalda. No podían ser de verdad. Pero era imposible que alguien crease unas alas tan maravillosas. Me era muy difícil creer que fueran de verdad. Alargué la mano y toqué el sitio donde se unían a la espalda. Él se puso tenso y quité la mano rápidamente, pensando que le había hecho daño.

 -¿Te he hecho daño?
 -No, tranquila. No pasa nada. – Dijo con voz ronca. Puesto que no le había hecho daño continué con la exploración y me maravillé al ver que eran tan suaves como parecían. Eran increíble pasar las manos por ellas. Él se estremeció y se apartó. Se giró y me miró. Se le habían oscurecido los ojos. Tanto que parecían más negros que verdes.
 -¿Ahora me crees? – Suspiré.
 -Vale. Te creo. Eres un ángel. Pero eso no explica qué haces en mi casa.
 -Fácil. – Dijo mientras sonreía y me cogía de las manos. – Soy tu ángel de la guarda. Encantado.