martes, 13 de noviembre de 2012

Un gran amor: El cuaderno de Noah.

Las mejores frases (en mi opinión) de mi libro y película favorita ^^ ¿Os gustan? 

"El mejor tipo de amor es aquel que despierta el alma y nos hace aspirar a más, nos enciende el corazón y nos trae paz a la mente. Eso es lo que tú me has dado y lo que yo esperaba darte siempre".

"¿Has amado alguna vez a alguien hasta llegar a sentir que ya no existes?, ¿hasta el punto en el que ya no te importa lo que pase?, ¿hasta el punto en el que estar con él ya es suficiente, cuando te mira y tu corazón se detiene por un instante?. Yo sí... ".


"- Puedo ser divertido si quieres, o pensativo, listo o supersticioso, valiente, incluso bailarín.
Seré lo que quieras. Dime lo que quieres y lo seré por ti.
- Eres tonto.
- Lo podría ser."

"No soy nadie especial sólo un hombre normal con pensamientos corrientes y he llevado una vida muy normal. No me han hecho ningún monumento y mi nombre pronto quedara en el olvido. Pero segun como se mire he tenido mucho éxito como muchas otras personas en la vida. He amado a otra persona con todo mi corazón y para mí esto siempre ha sido suficiente."

"En tiempos de desdicha y sufrimiento, te abrazaré, te acunaré y haré de tu dolor el mío. Cuando tú lloras, yo lloro, cuando tú sufres, yo sufro. Juntos intentaremos contener el torrente de lágrimas y desesperación, y superar los misteriosos baches de la vida."


"- ¿Crees que nuestro amor, puede obrar milagros?
- Oh sí,lo creo, por eso... por eso siempre regresas a mi lado.
- ¿Crees que nuestro amor,nos sacará de aquí juntos?
- Creo que nuestro amor puede hacer todo lo que nos propongamos.
- Te quiero
- Yo también te quiero"

"Daría cualquier cosa por volver a esos momentos, todo a cambio de un segundo juntos, porque cuando todo empieza a ir mal lo único que deseo es volver a tu lado y abrazarte fuerte...
Quiero volver a esos días donde sólo hacía falta una mirada para hacernos sonreír, donde el tiempo pasaba sin que nos diéramos cuenta y todo lo demás no importaba, sólo nosotros. Y quiero hacer de estos días junto a ti momentos que no pueda olvidar jamás... 
Tienes esa magia en la mirada que me hace no poder mirar a nadie más, esa magia en los labios que me hace extrañarlos cuando no los puedo besar, esa magia en las manos que al recorrer mi cuerpo y me hacen volar... Y es que no hay nada más mágico que un segundo a tu lado, porque MAGIA eres tú..."




martes, 11 de septiembre de 2012

Capítulo 7


      -¿Qué demonios? –Era imposible, pero lo acababa de ver con mis propios ojos. Esa chica
había hablado sola 20 minutos después de que la chica alta se hubiera metido en la casa. Y
después se había desvanecido en el aire frente a mis narices.
       ¿Qué era esa chica?Mientras me rascaba la barbilla pensando en los interesante que se ponía la situación, decidí que era el momento de afeitarme la barba y hacer una visita de cortesía a la madre de la
chica. Sonreí mientras arrancaba el coche. Esto iba a ser divertido.



Lo primero que vi nada más abrir los ojos fue la cara preocupada de Trevor. El mismo
que segundos después me arrojó un cubo de agua helada.

-¡¿Pero se puede saber qué haces?! – Exclamé mientras me sentaba y escupía el agua
que me había entrado en la boca. Nada más levantarme la parte de atrás de la cabeza me latió
dolorosamente, recordándome que me había desmayado, y se me llenó la visión de puntitos
negros.

-Con cuidado. Te has dado un buen golpe. – Dijo Trevor mientras me agarraba todavía
preocupado pero con un asomo de su sonrisa por mi grito cuando me arrojó el agua a la cara.
Le di un puñetazo en el hombro por ello mientras intentaba recordar porque me había
desmayado. Estaba hablando con Trevor y nos íbamos a….¿besar? Le dirigí una rápida mirada
y por la sonrisa que me dirigió supe que el también se acordaba de nuestro ‘’casi’’ beso.
Sonrojada le fulminé con la mirada. Pero, ¿qué pasó después de eso? No le pensaba
preguntar a Trevor porque estaba claro que iba a sacar el tema del beso y no estaba preparada
ni siquiera para pensar en ello. Miré a la puerta de la casa y lo recordé todo. Suspiré mientras
me miraba a mi misma y a mi ex entrar a la casa de Amanda. La verdad es que iba bastante
guapa con una minifalda vaquera y una camiseta negra ajustada. Lo único malo era mi actitud.
Me reía como una colegiala tonta de todo lo que decía Geoffrey. Y él solamente me miraba las
 tetas y el culo. Era penoso. No se como había podido estar tan colgada de un tipo así. Tanto
tiempo perdido con él cuando podría haber estado con otra persona que en verdad me
apreciara. Me vi desaparecer con él por la puerta.

-¿Te encuentras bien? – La voz de Trevor me sacó de mi  ensimismamiento. Se acabó
el deprimirse por un tío así.
-¡Pues claro que estoy bien!¿Ahora me vas a enseñar ese grave problema que según
tu tuve con el alcohol? ¿O sólo me has traído aquí para ver lo bien que me quedan las
minifaldas? – Trevor me dedicó una sonrisa socarrona. Me cogió de un mechón de pelo y se lo
enrolló en el dedo. Tiró ligeramente de el para que me acercara a él.

-A pesar de lo mucho que me guste verte con falda, – Me susurró. Millones de
escalofríos me recorrieron desde el mechón de pelo con el que me tenía cogida hasta la punta
de los dedos de los pies. – tenemos que entrar. Si no te perderás tu gran actuación.

Y se alejó tan rápidamente como se había acercado. Cuando llegó a la puerta, miró
para atrás y extendió su mano hacia mi que todavía continuaba en el mismo sitio
contemplándole.

-¿Tienes miedo ahora de entrar?¿Dónde está la pequeña fierecilla de hace un rato? –
Levanté mi barbilla ante el desafío. Ignoré su mano extendida y abrí la puerta.

-Yo nunca tengo miedo. – Bueno, casi nunca. Pero eso no tenía porque saberlo él.
Aunque por la sonrisita que puso en su cara lo más seguro es que ya supiese que mentía. Así
que escapando de su mirada me interné en la casa.

viernes, 31 de agosto de 2012

Locuras.

Pueden llamarme loca. Y lo soy. Debo de serlo para seguir pensando despues de horas el significado de tus miradas. De tus sonrísas. Debo de estar loca por seguir intentando descifrar tus palabras. Palabras que son las mismas que dedicas a otras. Pero ¿no suenan diferentes en tus labios cuando me las dices a mi que cuando se lo dices a ellas? Estaré loca por pensar si tus labios seran dulces o picantes, atrevidos o tímidos, tiernos o apasionados,... Será que estoy loca por querer una carrera desenfrenada bajo la lluvia junto a ti. Será que estoy loca por saber que en el final de esa carrera estará nuestro final. No será un final típico, ni uno como el de esa chica que llora o el de aquella que parece tener un sol en la mirada. Será un final diferente. Un final por el que los que no estan locos suspiran. Un final tuyo y mio.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Amores callados.


¡Joder! ¡Ya basta! Basta de tanta palabreria inutil
que lo unico que hace es que perdamos tiempo...
tiempo de caricias, de besos, de abrazos, de holas, y de adioses..
Sí, adioses, porque nada dura para siempre, todo se acaba, ya sea
con la muerte de nuestros cuerpos o de nuestro cariño.
Por que algún día conoceremos a otra persona que nos deje por los
suelo, que haga que lo que sentimos juntos no valga la pena a su
lado... o puede que no.
Espero el dia en que nos atrevamos, porque pase lo que pase eso
siempre nos quedará en el recuerdo de nuestros amores pasajeros o duraderos, de una noche o de toda una vida,... Por que el amor
aunque no sea amor nunca se olvida.

Timidez.

Y nos encontramos paseando. Nos saludamos como si nada. Caminamos juntos mientras hablamos y nos conocemos. Nuestras miradas se cruzan y bajamos la mirada avergonzados. Timidez, esa pequeña maldición. Nuestras manos se rozan en ocasiones sin que ninguno reúna el valor para juntarlas. Llega el momento de la despedida. Se que si en este momento no hacemos nada lo nuestro se quedará en un quizás. Y me armo de valor. Levanto la mano y te aparto el pelo de la cara. Nuestros ojos se encuentran ya sin timidez. Y te inclinas. Y esta vez nuestras manos no solo se rozan sino que se agarran como si no quisieran que hubiese distancia entre nosotros. Mientras, nuestros labios danzan en un baile que espero no tenga final.

lunes, 18 de junio de 2012

Capítulo 6


-¿Seguro quieres saberlo? –Me pregunto mientras se apoyaba en la pared y cruzaba
los brazos por delante de su pecho. Me dirigió una sonrisa perezosa.
-¿Te lo estoy preguntando no? Eso significa que si quiero saberlo. –Su sonrisa
aumentó al escuchar mi seca réplica.
-Muy bien –Hizo una reverencia y me miró desde abajo. Ese hoyuelo debería estar
prohibido. –Pero hagámoslo más interesante.

Nada más decir eso el suelo comenzó a temblar. Me agarré a sus hombros para no
caer y le miré asustada. Él me sonrió de nuevo y en ese momento desapareció. Todo. De
repente ya no estaba en la casa de Paula, sino delante de la puerta de una casa en la que salía
una música ensordecedora. ¿Dónde estaba? Miré a mi alrededor sorprendida, esa puerta me
sonaba de algo… ¡Era la casa de Amanda!¡Y era el día de la fiesta! ¿Qué había hecho Trevor?
¿Me había enviado al pasado?

Perdida en mis pensamientos no me di cuenta de que unas personas se acercaban
riéndose hacia la puerta. Bueno, no me di cuenta hasta que la mano del chico me atravesó
claro.

-¡Eh!¡¿Qué se supone que haces?! –Exclamé sorprendida mientras saltaba hacia otro
lado. El chico ni se inmutó. Entró con la chica que llevaba colgando del brazo y me cerró la
puerta en las narices. –Se puede saber que diablos… -Mi voz fue perdiendo fuerza a medida
que comprendía lo que había pasado. ¿Una mano me había atravesado?

Me llevé las manos a la cabeza mientras gemía. ¿Me había matado?¿Trevor me había
matado sólo porque le pedí que me dijese lo que pasó en la fiesta? Me parecía extraño que mi
propio ángel de la guarda me hubiese matado pero que otra explicación había…

-No. No te he matado. – Dijo con tono socarrón detrás de mí. Salté y me giré para
enfrentarle. No me esperaba verle así. Llevaba una camiseta blanca que resaltaba el tono
dorado de su piel y unos vaqueros que… bueno no hace falta que diga nada más ¿no? En
definitiva que se me caía la baba. -¿Qué?¿Te gusta lo qué ves? – Me susurró mientras me
sonreía arrogante. Desperté del sueño furiosa.

-Pero…¡Serás creído!¡Pues que sepas que no te miraba a ti! –Al ver que me miraba
incrédulo cambié de tema. -¿¡Se puede saber que has hecho con mi cuerpo?!¡Antes me ha
atravesado una persona!
-Si utilizases esa linda cabecita que tienes sobre los hombros para algo más que llevar
sombreros sabrías que hemos hecho un pequeño viajecito al pasado. No hace falta ser muy
lista para adivinarlo. –Añadió sólo por el placer de provocarme.

-¡Imbécil! –Le pegué un puñetazo. –Por si no lo sabes yo soy antes era una persona
normal, que trataba con cosas normales. ¡Pero desde esta mañana he descubierto que existen
los ángeles, que tengo uno como guardián para más inri y que se puede viajar en el tiempo!¡Se
puede saber cómo quieres que sepa estas cosas! – A medida que iba hablando mis ojos se
llenaban de lágrimas. Era un insensible. Acababa de descubrir su mundo y ya me exigía que lo
comprendiese.

Se me quedó mirando inseguro ante mi ataque de rabia. Al ver que las lágrimas se
derramaban de mis ojos, masculló una palabrota. Para mi sorpresa se acercó y me abrazó.
Esto sólo hizo que más lágrimas cayeran y que mis sollozos fueran más fuertes. Me acarició la
espalda y el pelo mientras le empapaba la camiseta.

-Lo siento. No quería hacerte sentir mal. – Me susurraba una y otra vez mientras
seguía con su suave masaje en mi espalda.

Me aparté ligeramente para observarle. Se le veía muy arrepentido y me miraba con
ternura. Con su mano retiró las lágrimas que rodaban por mis mejillas. Deslizó suavemente su
pulgar por mi labio inferior. Temblé ligeramente ante la caricia. Me miró con algo que no supe
identificar. De repente me di cuenta de que no sé como mis brazos se habían alzado desde su
pecho hasta enlazarse detrás de su cuello. Me alzó ligeramente la cabeza y cerré mis húmedos
ojos. Justo cuando parecía que sus labios iban a rozar los míos oí una risa. Mi risa.

Me giré bruscamente y sin querer le golpeé la barbilla con mi cabeza. Soltó un gemido
de dolor. De no haber estado tan confundida por el ‘’casi’’ beso y por la imagen que tenía
delante seguro que me hubiese partido de la risa. Pero en verdad no te puedes reír mucho
si estas viéndote a ti caminado del brazo de tu ex novio como si tal cosa y menos si en vez de
pasar por delante de ti te atraviesan. Al parecer eso fue cruzar el límite para mi cerebro, ya que
todo se volvió negro y me desmayé.

Lo último que pude escuchar antes de golpear el suelo con mi cabeza fue a Trevor
mascullar no se que sobre cabezas duras.

domingo, 27 de mayo de 2012

Capítulo 5


-Estúpido angelito. Encima de largarse con la rubia esa tiene la caradura de meterse en
mis pensamientos. – Mientras renegaba en voz baja me quité el pijama y me dirigí a la caja en
la que ponía ‘‘ropa de verano’’.

Parece que hace calor o al menos la gente a la que se veía desde el balcón iban en
pantalones cortos. Cogí una camiseta de tirantes roja con una estrella en el medio y una falda
vaquera. Me puse las converse y me recogí el pelo en una coleta. Bajé las escaleras y salí
fuera con Paula. Nada más salir les busqué con la mirada pero al parecer no estaban aquí.

-No están aquí. –Con una media sonrisa Paula me señaló el cielo. –Se han ido
‘’volando’’ – Nos reímos con el doble sentido de la frase. Tenía que preguntarle cosas.
-Entonces, ¿tú también los ves? – Asintió. –Increíble. ¿Desde cuándo os conocéis tu y
Melissa?
-Desde hace dos meses más o menos. Un día noté una sensación extraña, como de
que me estuvieran mirando. Me puse muy nerviosa pensando que podía ser algún maniático o
algo parecido, pero al día siguiente se me acercó una chica guapísima en el jardín de mi casa.
Lo único que la hacía diferente de las demás chicas es que tenía alas. – Se encogió de
hombros. – Siempre había creído en los ángeles porque mi familia es muy religiosa así que no
me costó aceptar que Melissa era mi ángel guardián. – Me miró con algo de compasión. –
Tengo la sensación de que a ti te costó algo más de aceptar, ¿no?

-Me costó muchísimo, estuve apuntito de llamar a la policía y de atacarle con un
peine. – Soltó una carcajada. Sacudí la cabeza. – A pesar de que veía las alas todavía me
costó bastante asimilarlo. Hasta que me dejó tocarlas y entendí que eran de verdad. Es
imposible que ninguna persona hiciese algo tan hermoso… - Me callé. Paula se había parado
en medio de la calle y me miraba fijamente. -¿Qué?

-¿Te ha dejado tocarle las alas? –No se lo creía.
-Pues sí. ¿Tú no se las tocaste a Melissa? – Negó con la cabeza. -¿Y eso?
-Los ángeles son muy celosos respecto a sus alas. Son lo que más quieren. No suelen
dejar a nadie que no sea su pareja que las toqué. – Se encogió de hombros. – O al menos eso
fue lo que Lissa me contó.
-¿Lissa? – Pregunté. Aunque mi cabeza estaba analizando otras cosas. ¿Su pareja?
Imposible. Él solo me las dejó tocar porque sabía que era lo único que podría convencerme de
que era un ángel. Volví a prestar atención a Paula que en ese momento contestaba a mí
pregunta.
-Así llamo yo a Melissa. –Una sonrisa malévola se dibujó en su cara. – A ella no le
hace ni pizca de gracia que la llame así. Dice que ella se merece un nombre con ‘‘clase’’ y que
los diminutivos son muy vulgares. – Solté una carcajada. Me cae muy bien esta chica.
Sobretodo si disfruta molestando a la Rubia esa.
-¿No te cae bien? – Pregunté.
-Si que me cae bien, bastante bien la verdad. Pero hay veces en que necesita que
alguien le baje los humos. Es muy creída y puede llegar a resultar insoportable. Pero siempre
que puede te ayuda y te aconseja. – Paró en frente de un colegio con las paredes de color
amarillo y naranja. Parpadeé, era imposible mirarlo durante más de cinco segundos. El color te
hacía daño a la vista. Paula se rió de mi expresión. – Sí, es un poco difícil de mirar pero es
bastante alegre ¿no crees?
-Si tu lo dices…Yo creo que a las siete de la mañana más de uno se debe de quedar
ciego de tanto color. – Nos echamos a reír.
-Bueno, pues ahí lo tienes. Tu próximo instituto. ¿Cómo era tu otro instituto? – Me
preguntó mientras volvíamos a andar. Me quedaba bastante cerca de casa, así que podría ir
andando. Lo que significaba que llegaría varios días tarde a clase. Suspiré.

-Pues… era oscuro y tétrico, por eso me ha sorprendido tanto los colores de este. Allí
eran todos grises o marrones, de colores apagados. – Me acordé de Amanda y de Geoffrey.
Seguramente era por lo que me había pasado con ellos que todo lo que recordaba de mi
antiguo instituto era apagado y triste. – Aunque pasé algunos días muy divertidos allí. – Me reí.
Paula me miraba interrogante. – Me estaba acordando de una profesora a la que le gastamos
una ‘‘pequeña’’ broma. Siempre que llegaba a clase se apoyaba en una de las esquinas de su
mesa y parecía como que se restregaba en ella. Entonces los de mi clase decidieron pintar las
esquinas de su mesa con tiza, y cuando ella vino y se restregó… - Soltamos una carcajada. –
Bueno ya te imaginas lo que le pasó. Todo el instituto se enteró y cada vez que la veíamos no
podíamos evitar reírnos.

-Pobrecita. – Dijo sin dejar de reírse. Paramos delante de una casa que estaba a tan
solo tres calles de distancia del instituto. – Mi casa. – Dijo imitando a E.T. Otra tanda de risas.
Hacía tiempo que no me reía tanto. Esta chica era increíble. – Bueno, ¿qué te parece?

¿Qué qué me parecía? Guau. Eso fue lo que pensé cuando la vi. Era una mansión.
Bueno igual exagero un poco pero era enorme. Y antigua. No quiero decir que se estuviera
cayendo en pedazos si no que se notaba que la casa tenía muchísimos años ya que ese tipo
de casas ya no se veían casi nunca. Un jardín enorme con flores de todo tipo rodeaba la casa.
Era muy hermoso, pero había algo que fallaba…

-¿Enanitos? – El jardín estaba lleno de enanitos. Grandes, pequeños,… de todos los
tipos. La miré con curiosidad. Ella bajó la mirada avergonzada.
-Bueno, pues resulta, que yo… colecciono enanitos de jardín. – Me dijo medio
susurrando. Estaba muy roja. La verdad es que era un hobbie muy raro pero ¿quién era
 yo para decir nada? Me miró como esperando mi reacción. Me encogí de hombros.
-No están raro. –Me miró sin creérselo. Sonreí. –Bueno la verdad es que un poco rarito
sí que es. –Se echó a reír.
-¿No te importa? – Preguntó. Negué con la cabeza.
-La verdad es que no. Me caes bien, que tengas un… hobbie más excéntrico que el de
otra persona no significa que vaya a dejar de hablarte o que me caigas peor. – Le contesté
sincera. Me sonrío tímida y me dio un pequeño abrazo.
-Gracias. – Parecía que debajo de esa fachada de chica guay había una gran
inseguridad después de todo. - Bueno mejor dejamos este tema tan deprimente y continuo
enseñándote la casa.

Al contrario de lo como me imaginaba que sería por dentro no había telarañas ni
muebles victorianos en la casa. Era muy moderna y minimalista. Chocaba mucho el estilo de la
casa por fuera y su decoración. A pesar de que era muy bonita me dio la sensación de que
estaba vacía por dentro. No transmitía esa sensación de calidez y alegría que desprenden
algunas casas, sino mas bien la sensación era estéril, falta de sentimientos. Me resultaba
extraño ya que Paula no parecía ser esa clase de persona, pero ¿quién sabe? a penas la
conocía.
Salimos al jardín trasero mientras Paula me iba señalando todas la habitaciones que
salían a nuestro paso.

-Mi habitación está arriba, luego te la enseño.
-¿Hay más enanitos asesinos en tu habitación? – Su risa cristalina retumbó por las
paredes.
-No, los enanitos los reservo todos para el jardín. Te prometo que no te atacará
ninguno en mi habitación. – Respondió burlona.
La iba a responder cuando salimos al la parte de atrás del jardín, pero me quedé sin
habla. Guau. Si el delantero era definitivamente hermoso (a pesar de los enanitos asesinos) el
trasero se había convertido en un instante en mi favorito. Estatuas de parejas, de ángeles,
hadas, … todas capturadas con una belleza frágil y hermosa. Estaban esparcidas alrededor del
jardín.  Me acerqué a una que representaba a un niño sonriendo mientras abrazaba a un perro.
Estaba tan detallada que parecía que en cualquier momento el niño se echaría a reír y el perro
saldría corriendo.
-Son hermosísimas. ¿Quién las ha hecho? – Al ver que no me contestaba me giré
hacia ella. Miraba al niño con cariño mientras lo acariciaba.
-Las hizo mi hermana. – Contestó distraída mientras se giraba para mirarme. Antes de
que pudiese preguntarla algo más me cogió de la mano. – Ven, mira. Allí es donde vamos a
hacer la fiesta.

Me condujo hasta el lateral de la casa. Nada más doblar la esquina me quede
boquiabierta. Era una piscina enorme. Pero eso no fue lo que me llamó la atención, sino que el
fondo de la piscina  estaba cubierto por pequeñas piedrecitas de colores. Parecía que un arco
iris se había colado en la piscina. Flotando por encima del agua habían unos cuantos globos
también de diferentes colores. Grandes y pequeños.

-Aquí es donde voy a hacer la fiesta. – Dijo Paula que ya había recuperado su sonrisa.
Me señaló una mesa enorme de madera y me guiñó el ojo. – Y ahí es donde estarán las
bebidas.
-Genial. – Dije. La verdad es que no me gustaba mucho beber, no tolero muy bien la
bebida, pero por una vez no pasaría nada. Además todo el mundo bebe en las fiestas. Una voz
a mis espaldas hizo que pegara un respingo y me distrajera de lo que estaba pensando. Me
giré sorprendida.
-Como ángel de la guarda de Carol que soy, la prohíbo terminantemente beber.
-¿¡Que tú me prohíbes beber!? – Grité enfadada. Trevor hizo una mueca al escuchar
mi grito pero enseguida se recompuso. Me fijé en que Paula nos había dejado para que
habláramos a solas.
-Mientras estés bajo mi cuidado te quiero lejos de cualquier cosa que altere tus
sentidos. Después de lo que pasó anoche no creo que debas beber nada.
Cada vez estaba más enfadada. Pero ¿quién se creía que era el angelito este? Cuando
se fue a hablar en “privado” con la rubia esa bien que no le preocupaba mi seguridad. Y ahora
me venía con exigencias.
-Mira vas listo si crees que te voy a hacer caso. Si quiero beber, bebo. Haré lo que me
de la gana. – La verdad es que estaba orgullosa de mi misma. Le había puesto las cosas claras
sin distraerme con sus ojos verdes ni sus hermosas alas. Aunque por la cara que tenía no
parecía haberme hecho mucho caso.

Se acercó lentamente si dejar de mirarme a los ojos ni un momento. Me observaba de
la misma forma que el cazador mira a su presa. Volvía a buscar a Paula con la mirada por si se
había asomado a la ventana para mirar o algo. Pero nada, ni rastro de ella. Mierda. No quería
estar a solas con él. Cuando nuestros cuerpos casi se rozaban en cada respiración se paró. Se
inclinó y me susurró al oído.

-Entonces al parecer necesitarás un acompañante que te cuide y te vigile durante la
fiesta. No vaya a ser que te pongas a bailar encima de las mesas o algo.
Su cercanía y el calor que sus ojos transmitían consiguieron que tardara más de una
minuto en comprender lo que me decía. Le fulminé con la mirada.
-No vas a venir conmigo. Además no soy una borracha . Sólo me emborraché una vez
y no me pasó nada. – Esbozó una pícara sonrisa. Me ruboricé. Sabía que mentía.
-¿Estás segura de eso?
-¡Pues claro que sí! – Contesté todavía ruborizada. La verdad es que no me acordaba
de nada de esa noche. Tenía imágenes borrosas. Estuve bailando con… con alguien. Y luego
me fui. No recordaba ni al chico ni nada de lo que hice después de eso.
-¿No te acuerdas que te dije que al ser tu ángel de la guarda he estado vigilándote
durante casi toda tu vida?
-¡Eh! ¡Eso no me lo dijiste! ¿Es que no sabes lo que es la intimidad? – Mientras yo
pensaba en todas la cosas que él me habría visto hacer él se encogió de hombros como
restándole importancia.  – Y además ¿qué tiene que ver eso con lo que estábamos hablando?
- Que yo sí que sé lo que hiciste esa noche. Y créeme si no hubiese intervenido, el final
no te hubiese gustado nada.
-¿Qué final?¿Qué fue lo que me pasó? – Me estaba preocupando. ¿Qué habría hecho
esa noche?

miércoles, 9 de mayo de 2012

Capítulo 4


        -¿¡Mi ángel de la guarda!?
        -El mismo.
        -Pero... – De repente me enfurecí. - ¿Y se puede saber dónde estabas ayer
cuando se colaron en mi casa?
-Contigo. Era el gato. Por cierto, acertaste de lleno con el nombre ¿no crees?
-Entonces...- Dije ignorando su último comentario. - ¿tu viste quién fue?
-No, y aunque lo hubiese visto no te lo podría decir. – Empecé a protestar.
Levantó la mano. – Espera. Escúchame. Estoy aquí para ayudarte y cuidarte, pero no
puedo interferir en tu vida, tienes que tomar tus propias decisiones.

Suspiré. Ya sabía yo que no podía ser todo tan fácil. Tenía que averiguar quién
entró anoche en casa. Me acordé de la flor. ¿Qué podría significar? Tiene que ser algo
importante para que el tipo se arriesgase a entrar otra vez en casa. Estaba sentada en la
cama pensando en eso cuando me di cuenta de que no sabía el verdadero nombre de
Ángelo. Y además ¿qué haría con él? Supuestamente es mi ángel de la guarda por lo
que no podía echarlo así como así, y si era lo que afirmaba sería mejor tenerlo a mi lado,
podría serme de utilidad. Pero lo estaba empezando a dudar.

-¿Se puede saber que haces con mi sujetador? – Se lo quité de un tirón de las
manos. Me miraba curioso.
-¿Qué es eso? – Puse los ojos en blanco. Me estaba vacilando. Le miré a la cara.
Estaba serio. ¿Podría ser qué no lo supiera?
-¿No sabes lo qué es un sujetador? – Negó con la cabeza. – Pues... - ¿Cómo se lo
explicaba? Me puse roja. – Es lo que las mujeres se ponen bajo la ropa para cubrirse el
pecho. – Asintió serio.
-Como un corsé. – Moví la cabeza afirmativamente todavía extrañada de que no
supiese lo que es un sujetador. – Pero es mucho más pequeño. – Se lo dejé y lo estuvo
examinando un rato. Luego me volvió a mirar con los ojos entrecerrados. - ¿Tu llevas
uno?
-Claro. Casi todas las mujeres lo llevan. Sobretodo las que tienen el pecho más
grande.
-Interesante. – Rebuscó un poco más en el cajón. Estaba apunto de cerrarlo y
apartarlo cuando saco un tanga negro. Me puse aún más roja. - ¿Y esto? – Lo examinó
de cerca. Se lo arranqué de las manos, lo guardé en el cajón y lo cerré.
         -Se acabó el cotillear mi ropa interior. Todavía no he terminado de hacerte
preguntas. – Sonrió. Desconfié enseguida de esa sonrisa. ¿Qué se proponía?
-Contestaré a todas tus preguntas. – Respiré aliviada. – Si... – Mierda. – me dices
qué era esa cosa con hilo que saqué antes de tu cajón.

No se lo pensaba decir. Solo lo quería saber porque sabía que me daba
vergüenza. Menudo ángel guardián. Pero si no le contestaba no pensaba darme
respuestas. Me empezaba a doler la cabeza.

-Vale. Te lo diré. – Su sonrisa se hizo más grande. - ¿Sabes lo qué son las
braguitas? – Asintió. – Pues lo mismo solo que la parte de atrás es más pequeña. – Ya
está, ya se lo había dicho. – Ahora dime porqué te han asignado a mí. – Parecía que
todavía pensaba en lo que le había contado. Hombres, ya tengan alas o no son todos
iguales. Se sentó en la cama y al encoger los hombros me rozó con una de sus alas. – ¿No
las podrías hacer más pequeñas? La habitación no es muy grande y vas a acabar
rompiendo algo.

Volvió a chasquear los dedos y salió una especie de luz banca. Al momento se
apagó y vi que sus alas habían desaparecido. En su lugar había una camiseta banca que
se le pegaba al pecho. Me miró. Estaba buenísimo. Otra vez pensando en lo mismo,
como siguiera así me iba a empezar a preocupar. Más tarde tendría que preguntarle como
hacía lo de la luz blanca.

-Así está mejor. Ahora dime porqué te asignaron a mí.
-Por nada en especial. Los ángeles de mayor grado eligen a las personas que están
más necesitadas de ayuda.
-¿Entonces por qué no ayudáis a los pobres? – Pregunté confusa. Había gente que lo
necesitaba más que yo. Negó con la cabeza.
-No funciona así. Antes había muchos ángeles pero ahora la gente no cree en nosotros
por lo que cada vez hay menos, así que no podemos ayudar a todo el mundo. Además tiene
que haber un equilibrio entre las cosas. No todo puede ser malo ni todo bueno. Todas esas
cosas nos hacen madurar y evolucionar.
-Pero eso no es justo. – Repliqué.
-Yo no he dicho que sea justo. Es simplemente la vida. – Sus ojos me miraban serios.
Parecía que había envejecido siglos de golpe. Decidí cambiar de tema. No me gustaba que
estuviese tan serio.
-Esta relación no va a funcionar. – Dije.
-¿Por qué? – Parpadeó confuso por el cambio de tema.
-Llevamos como una hora juntos y todavía no se cómo te llamas. – Se echó a reír. Así
estaba mejor.
-Mi nombre es Trevor, encantado de conocerte. – Dijo llevándose mi mano a sus labios
como se hacía antiguamente mientras me miraba fijamente a los ojos. Dios. Como siguiera
mirándome así iba a acabar desmayándome.
-Yo soy...
-¡¡Carolina!! – Era mi madre. Quité mi mano de la suya. Me había olvidado de ella. –
¡¿Estas despierta?! – Si no lo estuviera ya me hubiese despertado.
-¡Sí! ¡Ya bajo! – Me giré hacia Trevor que se estaba riendo por lo bajo. – Bueno ya se a
ocupado mi madre de decirte como me llamo.
-Ya lo sabía. Por si no lo recuerdas soy tu ángel guardián.
-Umm sí. –Todavía me costaba aceptarlo. – Voy a ver que quiere.
-Vale. – Abrí la puerta y salí. Estaba llegando a las escaleras cuando me di cuentas de
que no estaba sola.
-Pero que haces. – Susurré. - ¿Qué quieres que se entere mi madre de que estas
aquí? ¿Estás loco? – Suspiró.
-No esperarías que me quedara en la habitación solo hasta que llegases ¿y si te pasa
algo? Tengo que estar contigo todo el rato.
-¿Seguro qué no eres un acosador? – Me fulminó con la mirada. – Vale, vale, solo me
 aseguraba. Pero entonces mi madre te va a ver. – Dije preocupada. La daría mal. Se enfadaría.
Mucho. Muchísimo. Y luego me castigaría.
-No te preocupes por eso. Te voy a enseñar un truquito. – Dijo sonriendo.

Chasqueó los dedos y apareció otra vez la dichosa luz blanca. Me iba a acabar dejando ciega.
No se había movido. La verdad es que estaba exactamente igual. Aunque... su imagen era un
poco borrosa. Parpadeé. Estaba ahí pero se veía raro. Como si no fuese sólido. Alargué la
mano y le toqué en el brazo. Estaba ahí.

-¿Se puede saber qué has hecho? – Dije confusa.
-Me he hecho invisible – Contestó mientras me miraba con una sonrisa irónica, como
anticipándose a mi reacción que pensaba que iba a ser de incredulidad. Me empecé a reír con
un pequeño deje de histeria. Que equivocado estaba. Me miró como si me hubiese vuelto loca
y eso hizo que me riera aun más.

-Vale. Te creo. – Contesté mientras me secaba las lágrimas. Se acabó. Acababa de
perder el último tornillo que me quedaba. Me seguía mirando como si en cualquier momento
me fueran a salir cuernos de la cabeza. Bueno, después de todo lo que había visto hoy, nada
era imposible.
-¿Estás bien? – Preguntó preocupado.
-Claro, ¿por qué no iba a estarlo? ¿No es lo más normal del mundo que un ángel se te
aparezca en la habitación y que luego te diga que se acaba de volver invisible como si
estuviera hablando de algo tan normal como del tiempo? – Le miré furiosa. Vaya. Al parecer
hoy iba a estar todo el día con cambios de ánimo. ¿Me estaría volviendo bipolar? - ¿Tu qué
crees?
-Hombre yo no creo que te estés volviendo bipolar. –Respondió divertido. Un momento.
¿Acababa de leerme la mente? – Sí Carol, te puedo leer la mente. – Definitivamente ÉL se lo
estaba pasando genial hoy.
-¿¡Qué?!
-¡Carol! – Dijo su madre subiendo las escaleras. Parecía preocupada. – ¿Se puede
saber qué es este escándalo? – Normal que estuviera preocupada si estaba escuchando a su
hija de diecisiete años hablando sola y a gritos. Noté que me ponían algo en la mano. Era mi
móvil.
-Haz como que hablabas por él. –Me susurró. Miré a mi madre y luego otra vez a él.
Así que era verdad que se podía hacer invisible. Le miré con incredulidad. – Vamos.

-Estaba hablando por el móvil. Lo siento. He armado mucho escándalo ¿no? – Pude
ver como mi madre se relajaba notablemente y suspiraba aliviada. Trevor estaba al lado suyo
haciéndole gestos lo que hacía que mi voz sonase tensa.

- No te preocupes. – Dijo sin percatarse de los gestos y las muecas de Trevor. Cuando
se fuera mi madre le mataré. Lentamente y sin piedad. Sonaba bien. – Tienes visita. – Eso me
distrajo de mis pensamientos homicidas. ¿Visita? Pero si no conocía a nadie… - Es una chica
muy maja. Me dijo que os conocisteis ayer en el supermercado. Se llama Paula. –Añadió por si
todavía no la había reconocido. ¿Cómo habrá adivinado en qué casa vivimos?
-Ya sé quién es. ¿Dónde está?
-En la cocina. Nos ha traído una tarta de manzana riquísima. A sido muy amable por su
parte ¿no crees? – Mi madre, decía mi abuela, era como los hombres… se la conquistaba por
el estómago. Así que ahora mismo Paula era algo parecido a un dios por parte de mi madre.
-Si ha sido muy amable.

Mientras bajábamos las escaleras me di cuentas de que Trevor me miraba. ¿Qué
quiere?, me dijo moviendo los labios. Me encogí de hombros. Ni idea. De pronto me acordé de
la fiesta. No me había dicho donde era. Igual había venido a decírmelo. Entramos en la cocina.
No quedaba ningún desperfecto de ayer. Mi madre lo había limpiado a conciencia.
Seguramente esta era su forma de hacer como si nada hubiera pasado. Paula estaba sentada
en un taburete alto bebiéndose un café que seguramente le había dado mi madre y
comiéndose un trozo de la tarta de manzana. Hay que reconocer que tenía buena pinta.

Cuando entramos se giró y me sonrió. Vaya. Se me había olvidado lo guapa que era.
No llevaba puestas las gafas del otro día, seguramente se habría puesto lentillas. Tenía sus
rizos negros recogidos en una coleta y llevaba puesto unos leggins y una camiseta ajustada.
Llevaba un IPod enganchado a los leggins. Parecía que acababa de venir de correr o de hacer
deporte. Me giré a mirar a Trevor. Seguro que a pesar de ser un ángel la estaría mirando
embobado. Pero no la estaba mirando a ella. Me miraba a mí mientras sonreía burlón.
Miré hacia Paula avergonzada. ¿Me habría leído la mente? Paula miraba fijamente a Trevor.
Agrandé los ojos ¿no se suponía que era invisible? Trevor me devolvió la mirada también
preocupado. ¿Cómo podía verle? Dirigí mi mirada otra vez hacia Paula pero esta ya no estaba
mirando hacia aquí sino que miraba a otra chica que acababa de acababa de aparecer en mi
cocina. Bueno lo de chica es relativo ya que era ¡otro ángel! ¿¡Pero que pasaba en mi casa que
parecía que todos los ángeles acudían a ella?! Como le haya invitado Trevor lo mataría. Otra
vez. Mire a la chica que acababa de aparecer. Parecía estar manteniendo una conversación
silenciosa con Paula. ¿Cómo es que ella también podía ver los ángeles?¿Sería aquella chica
su ángel de la guarda? Ella sí que se parecía a los ángeles que aparecían en los cuadros.
Tenía un hermoso rostro (¿Es qué ninguno era feo?) enmarcado por unos sedosos rizos rubios
que le llegaban a la mitad de la espalda. Tenía unos ojos azules que parecían refulgir. Sus alas
eran un poco más pequeñas que las de Trevor, pero mientras que las de él son de un azul
oscuro las de ella son blancas con las puntas rosas. Son muy hermosas y parecen muy
delicadas, como ella. Sé que las comparaciones son odiosas pero no pude evitar compararnos.
Éramos completamente opuestas. Nos miramos como analizándonos. Suspiré. Ella era
guapísima y yo… ¡Basta!¿Qué dije el otro día? Que se acabo el compadecerse de si misma.
Ella era muy guapa pero yo también. Y además yo tenía más tetas. Como si ese pensamiento
me hubiese dado fuerza. Levanté el mentón con orgullo y le sonreí. Pero ella ya no me estaba
haciendo caso, miraba por encima de mi hombro a Trevor.

-Trevor… - Tenía una voz dulce. Tal vez demasiado. Era demasiado empalagosa. Te
gusta oírla un rato pero luego te resulta insoportable. Miré a Trevor, al parecer se conocían. Me
dio un pequeño pinchazo en el corazón.
-Melissa. – Dijo él con frialdad. Era la primera vez que le veía tan serio. ¿Qué habrá
pasado entre ellos para que la trate con tanta frialdad? ¿Habrían sido novios? Otro pequeño
pinchazo. Hoy si que estaba sensible.
-Carol cariño, saluda a tu amiga. – Señaló mi madre.
-Oh si, perdona. – Me dirigí a donde estaba Paula esperándome con una sonrisita
cómplice. Se levantó y nos dimos dos besos.
-Lo de madrugar no es lo tuyo ¿no? Se te ve espesita. – No la estaba haciendo mucho
caso. Todo lo que podía hacer era mirar como la Rubia se acercaba a Trevor y le ponía una
mano en el pecho y le sonreía. ¿De qué iba? Hay que decir a favor de Trevor que no estaba
ensuciando el suelo con sus babas. Asintió con la cabeza a algo que le estaba diciendo ella y
se dirigió hacia mí.

-Voy a hablar un momento fuera con Melissa, vuelvo en seguida. Si tienes algún
problema por pequeño que sea llámame e iré volando. ¿Entendido? – No, no entendía. Cómo
quería que le entendiese si notaba sus manos en mi cintura y sus labios susurrándome en la
oreja. Aun así asentí. Me dedicó una de sus maravillosas sonrisas y se fue con la Rubia esa
pegada a sus talones. Paula que no se había perdido nada de nuestro intercambio habló en el
momento que salieron.

-Carol, ¿por qué no cogemos un trozo de tarta y vamos a dar una vuelta? Así mientras
hablamos te enseño el pueblo, ¿qué te parece?
-¿Qué qué le parece? ¡Le parece genial! – Mi madre estaba entusiasmada con la idea.
Quizá demasiado. – Así podrás distraerte. Anda ¡corred!¡Id a pasároslo bien! – Exclamó
mientras que nos cortaba un trozo de tarta a cada una y nos empujaba hacia la puerta. Ahora
lo entendía todo. Quería hacer como si nada hubiese pasado anoche. Estaba decidida a hacer
borrón y cuenta nueva. Había aceptado que solo fue una novatada o algo así como dijo la
policía. Pero yo no estaba tan segura de que hubiese sido una novatada. Estaría al loro por si
acaso. De pronto me di cuenta de algo.

-¡Mamá! Voy en pijama. ¿Quieres que me vea todo el mundo en pijama? – Negó con la
cabeza. – Pues entonces suéltame y déjame subir a cambiarme.
-Vale. – Dijo avergonzada. – Te esperamos aquí. – Una vez pasada su vergüenza me
gritó cuando iba por la mitad de las escaleras. – ¡Ponte guapa que haber si pillas algún novio!
Y yo quería morirme. Las carcajadas de Paula me acompañaron todo el camino hasta
que cerré la puerta de mi habitación junto con unas carcajadas ya no tan desconocidas que
sonaban dentro de mi cabeza.

lunes, 23 de abril de 2012

Fragmentos de libros, películas,...

¡¡Hola!! Bueno hoy estaba mirando una libreta con las frases que más me han gustado de mis libros y películas favoritas y he pensado: ''¿Cuáles serán las frases que hayan enamorado a otras personas? ¿Que te hayan hecho sentir un millón de mariposas revoloteando en tu estómago cuando las has leído o escuchado?''
Por eso me gustaría que dejarais vuestras frases o fragmentos favoritos para compartirlas con todo el mundo y que otras personas puedan sentir lo mismo que sentisteis vosotros en ese momento. ¡Aquí dejo yo las que más me han gustado a mí!

''Si perecieran todas las cosas pero quedara él, podría seguir viviendo. Si, en cambio, todo lo demás permaneciera y él fuera aniquilado, el mundo se me volvería totalmente extraño y no me parecería formar parte de el.'' Cumbres Borrascosas.


''Enamorarse se parece a un jardín. Si te ocupas y lo cuidas, se convierte en amor. Si lo descuidas o abusas 
se muere. El único modo de tener amor eterno es no dejar nunca que tu corazón olvide lo que es vivir 
sin el.'' El juego de la noche.


''No es bello aquello que es bello, pero es bello aquello que te gusta.'' 3MSC


''Nos gustaba darnos un beso rápido, a escondidas. Yo me sentía como si me hubiera tocado, a mi solamente, la parte más deliciosa del fruto que me ofrecía el mundo.'' Un grito de amor desde el centro del mundo.


''El amor más hermoso es un cálculo equivocado, una excepción que confirma la regla, aquello por lo que siempre habías utilizado la palabra "nunca". El amor no es sabiduría es locura.'' Perdona si te llamo amor.


''...La miro y se me parte algo dentro de mí, algo que pensé que hacía tiempo que había perdido. Mi alma''
El círculo perfecto.


''Sintonizar...¿Qué querrá decir? La sintonia es algo que tiene que ver con la música. O peor aún, con los circuitos. El amor, en cambio, es cuando no respiras, cuando es absurdo, cuando echas de menos, cuando es bonito aunque esté desafinado, cuando es locura... Cuando sólo de pensar en verla con otro cruzarías a nado el océano.'' Tengo ganas de ti.


''Eres hermoso y triste - musité sin mirarlo- Igual que tus ojos. Eres como una canción que oí de niña y de la que no volví a acordarme hasta el día en que me encontré con ella de nuevo.'' Temblor.

lunes, 16 de abril de 2012

Capítulo 3

Subí arrastrando los pies por las escaleras de camino a mi habitación. Habían sido tres horas espantosas. La policía se había ido hace unos pocos minutos, bueno no todos. Mi madre todavía seguía despidiéndose del jefe de policía que seguía intentando arrancarle una cita. Lo que no sabía es que mi madre era una romántica empedernida y todavía creía en eso del príncipe azul, y él no encajaba en su ideal.

 Alta y delgada era completamente opuesta a mí. Según ella éramos muy parecidas, pero yo solo veía similitudes en los ojos, grandes y del mismo color marrón, y en la piel blanquísima como si nunca nos hubiese dado el sol. Ella al ser pelirroja la piel tan blanca la daba un aspecto de duendecillo, mientras que a mí con el color marrón oscuro de mi pelo me daba un aspecto demacrado. Había días en verano que me quedaba horas y horas bajo el sol para intentar ponerme morena pero no había manera.

 Entré en mi habitación con Ángelo pisándome los talones y me quité la ropa hasta quedarme solo con la ropa interior. Me dirigí hacia el espejo y me miré. La verdad es que no estaba tan mal. Mi pelo se ondulaba de forma favorecedora alrededor de mi cara y mis pestañas no necesitaban rímel. Y me habían crecido las tetas bastante. Hasta hace dos años casi que no necesitaba utilizar sujetador, y ahora… bueno no estaba mal parada en ese aspecto. Seguí bajando la mirada. Tenía una cintura pequeña y el piercing que me hice en el ombligo con Amanda este año me quedaba genial. Suspiré. Hay venía el fallo. Mis caderas. Eran demasiado anchas para ser bonitas y me hacían un culo enorme. Ángelo seguía todos mis movimientos con la mirada. Le miré.

 -¿Tu qué crees? Yo creo que no estoy nada mal. – Dije riéndome. Ángelo subía y bajaba la cabeza como diciendo que sí. ¿Quién sabe? Igual me he encontrado a un gato superdotado o algo. Me reí de mi estupidez. ¿Un gato superdotado? Venga.

 Fui a mi armario y saqué el pijama. Era un pijama de hacía años pero me encantaba. Tenía el pantalón azul y la camiseta blanca con pequeñas estrellitas de colores, infantil pero gracioso. Fui al baño y me lavé los dientes. Me miré en el espejo y comenzaron otra vez las preguntas. ¿Quién podría querer hacernos esto? ¿Y por qué? Según la policía seguramente había sido una broma de algunos chicos del barrio, por eso de ser nuevas. A mi madre le habían convencido pero a mí no. Todo era demasiado grave como para ser una broma. Bueno, daba igual, de momento no podíamos hacer nada, todo era cuestión de esperar a ver si descubrían quién había sido. Terminé de hacer la trenza y me dirigí a la cama. Había sido un día muy largo. Ángelo se subió a la cama. A no, eso si que no.

 -Vas listo si piensas que vas a dormir en mi cama. – Exclamé señalándole. Me miró fastidiado. – No me mires así. Esta es mi cama, la tuya va a ser la alfombra. Esta blandita, suave y rosa alfombra. – Se bajó de la cama mirándome con altanería. – Buen gato. – Dije acariciándole. – No te puedes quejar. Antes estabas en la calle y ahora tienes un lugar calentito donde quedarte. – Al final se enroscó y se tumbó mirando hacia la cama con sus ojos verdes.

 Bostecé. Estaba agotada. Quité la alarma del móvil, no pensaba levantarme hasta la hora de comer como mínimo.

 -Buenas noches Ángelo. – Recibí un maullido en respuesta. Sonreí.

 Lo último que pensé antes de que el sueño me reclamara fue en el extraño sueño que tuvieron las gemelas. ¿Se haría realidad?

 Desperté con la sensación de un brazo rodeando me la cintura y algo duro contra mi espalda. Me acurruqué contra ello. Casi al momento me puse tensa. ¿Un brazo? Me levanté de un salto en la oscuridad y corrí hacia las ventanas para subir las persianas. Oí un quejido detrás de mí cuando deje entrar la luz. Me giré lentamente. Imposible. Abrí los ojos desmesuradamente. Un ángel. Había un ángel desnudo en mi cama. Y eso no era lo peor. Era ÉL chico. Me acerqué lentamente para observarlo de cerca. Era imposible pero ahí estaba. El pelo cobrizo le caía en ondas sobre la almohada y su cara. Una cara absolutamente hermosa con un lunar en la mejilla derecha. Cerré los ojos. No podía ser, era imposible. ¿Cómo había acabado en mi cama? Y era mismo chico del sueño. Abrí los ojos otra vez para comprobarlo. Sí, ahí seguía la misma cara y el mismo lunar. Lo examiné más de cerca. Tenía los pómulos altos y la mandíbula cuadrada que le daría un aspecto de tipo duro aun durmiendo de no ser por sus pestañas absurdamente largas y su boca. Una boca suave que hacía que solo pudiese pensar en besarlo. Desterré esos pensamientos de mi mente y seguí con la exploración. Tenía unos hombros anchos que se iban estrechando hasta llegar a la cintura. Su pecho parecía duro como el granito. Seguí bajando la mirada. Me ruboricé. ¿Pero qué estaba haciendo? Menos mal que esa zona estaba tapada por la sábana. Pero yo había dormido bajo esas sábanas apoyada a ... Gemí. Me tapé la cara con las manos y me reprendí mentalmente. Ya era hora de que mirase ESA parte. Abrí los ojos lentamente. Hay estaban. Por más que las había ignorado no habían desaparecido. Sus alas. Eran preciosas. Pero no eran blancas. Al contrario. Eran de un color azul oscuro con las puntas doradas. Que raro. ¿Serian tan suaves como parecían? Alargué la mano para comprobarlo pero justo cuando estaba apunto de rozarlas, me sujetó la mano y me quedé paralizada por los increíbles ojos verdes que me devolvían la mirada. Se parecían a los de ... no ... imposible. Él no podía ser ... Sonrió lentamente como si fuese consciente de la confusión que me embargaba.

 -Miau. – Solo hizo falta esa palabra pronunciada por él con voz ronca del sueño, para que toda la confusión que sentía en mi interior (que no era poca) se transformase en rabia.
 -¡Tu!¡Cómo te atreves! ¿¡Quién te ha dado derecho a colarte en mi casa, espiarme mientras dormía y meterte en MI cama desnudo!?¡Y encima disfrazado de gato!¡Estás mal de la ...! No pude terminar la frase porque de repente mis labios fueron invadidos por los suyos. Todos mis pensamientos se dispersaron. Pues sí que besaba bien, al menos para ser un tipo con alas ¡Alas! Lo empujé de un golpe y salí de debajo de él. ¿Cómo había acabado ahí? Daba igual lo que ahora importaba era alejarme de él, para evitar que me lanzase como una loca a besarlo. Sacudí la cabeza. ¿Qué necesitaba? Respuestas. Pues no había tiempo para besos, aunque fueran de esa boca pecaminosamente dulce... Agg

 Él se había sentado en la cama con la espalda apoyada en el cabecero con expresión relajada mientras me seguía con la mirada, yo había empezado a dar vueltas por la habitación con una bestia enjaulada. Al menos había tenido la decencia de taparse un poco con la sábana, aunque una parte perversa de mi interior me decía que estaba mejor antes. Le agradecí mentalmente que se hubiese tapado , así me lo ponía un poco más fácil. Las alas las tenía un poco replegadas pero aun así ocupaban casi toda la pared. Paré de dar vueltas y le miré. No estaba nada nervioso porque le hubiese descubierto, porque supiese que es un ángel. Parecía cómodo mientras observaba la habitación. Como cuando alguien observa la habitación del hotel en la que va a quedar se una temporada. Pues más le valía no acostumbrarse – Pensé. – porque le iba a echar de aquí o iba a llamar a la policía (otra vez por aquí y solo en dos días; mi madre me iba a matar) en cuanto contestase a algunas preguntas. Crucé los brazos sobre el pecho para ponerme firme. Él se estaba estirando en ese momento y en seguida dirigió la mirada hacia ahí. ¡Pero será salido el angelito este!¿¡Quién se creía que era!? Le fulminé con la mirada y él me sonrió para nada avergonzado.

 -¿Quién o qué eres y qué hacen en mi casa? – Le pregunté enfurecida. Él levantó una ceja (que envidia, siempre he querido saber hacer eso) y movió las alas.
 - ¿Tu qué crees que soy? – Tenía una voz suave y un poquito ronca. Vamos, la típica voz que vuelve loca a las mujeres. – No hace falta ser muy lista. – Será imbécil.
 -Lo que creo es que eres un imbécil que se ha disfrazado de ángel, se ha colado en mi casa quién sabe cómo y en mi cama desnudo y ha secuestrado a mi gato. – Dicho así tenía más sentido que el creer que era un ángel que se había transformado en gato y que por la noche se había transformado en otra vez en ángel mientras echaba una cabezadita en mi cama. Se echo a reír a carcajadas. Apreté los dientes tanto que me rechinaban. -¿De qué te ríes? No te reirías tanto si esto te hubiese pasado a ti. ¿Si alguna se colara en tu cama desnuda te hubiese gustado? – Dije furiosa. Ni lo pensé hasta que lo dije.
 -Depende de si eres tú o no la que se mete en ella. – Contestó sin dejar de reírse.

 Le tiré un peluche. Eso solo hizo que se riera aun más. Me quedé en el extremo más alejado de la habitación con un peine en la mano y fulminándole con la mirada. Poco a poco se fue calmando y me miró con ojos chispeantes.

 -Esto va a ser de lo más interesante. – Lo dijo tan bajo que no se si lo oí bien. Más alto dijo: - Vamos a calmarnos antes de que te explote la vena esa que te palpita en la cabeza. Se supone que tengo que cuidarte no enviarte al hospital.

 -¿Cuidarme? Mira vamos a hacer una cosa, tú te quedas en esa cama calladito y sin moverte mientras te hago unas preguntas y según lo que me contestes llamo a la policía o te echo a la calle, ¿te parece bien?

 -A sus ordenes señora. – Repuso con una sonrisa que enseñaba todos los dientes. Tenía uno de los colmillos un poco torcido y le daba un aire de travesura. Suspiré. Se puso un poco serio. – Quiero que sepas que no estoy aquí para hacerte daño. Después de todo soy un ángel, ¿no? – Dijo volviendo a sonreír. Debía de ser el tipo que más sonreía del mundo. Un momento, ¿ángel?

 -Vale. – Repuse despacio. Ya estaba pensando en como conseguir el móvil para llamar a la policía. Estaba loco. Y yo también, por un momento me lo creí. – ¿Así que piensas que eres un ángel?

 -No lo pienso, lo soy. – Dijo sin perder a sonrisa ni vacilar en la respuesta. – Normalmente las alas son suficientes para convencer a una persona.

 -Y ¿cómo se yo que no están pegadas a tu espalda? Antes no me dejaste tocarlas. – Me sonroje al pensar en lo que había pasado antes. Él se levantó de la cama. Cerré los ojos rápidamente. - ¿Pero qué haces?¿No ves que estás desnudo?

 -Oh, lo había olvidado. – No se lo creía ni él, lo había hecho apropósito. Se oyó el chasquido de dedos. – Ya está ya puedes mirar. – Se le notaba por la voz que estaba conteniendo la risa. Abrí un ojo con precaución, y al momento los abrí de golpe. ¿De dónde había sacado los pantalones? Tenía puestos unos pantalones vaqueros pero no se había puesto la camiseta, lo que provocaba que me despistase. Se me caía la baba, pero nunca lo admitiría. Bueno, parecía que no hacía falta. Sus ojos me examinaban con picardía y una sonrisa tironeaba de sus labios. Borré la sonrisa tonta de mi cara y volví a fruncir el ceño. Malditas hormonas.

 - ¿Y bien?¿Me vas a enseñar las alas o no? – Dije agria. Él se rió y se dio la vuelta.
 -Adelante. Me acerqué lentamente, manteniendo el cepillo en la mano. Si la cosa se ponía fea podría ganar tiempo con el y llamar a gritos a mi madre. Me situé justo detrás de él y miré su espalda. No podían ser de verdad. Pero era imposible que alguien crease unas alas tan maravillosas. Me era muy difícil creer que fueran de verdad. Alargué la mano y toqué el sitio donde se unían a la espalda. Él se puso tenso y quité la mano rápidamente, pensando que le había hecho daño.

 -¿Te he hecho daño?
 -No, tranquila. No pasa nada. – Dijo con voz ronca. Puesto que no le había hecho daño continué con la exploración y me maravillé al ver que eran tan suaves como parecían. Eran increíble pasar las manos por ellas. Él se estremeció y se apartó. Se giró y me miró. Se le habían oscurecido los ojos. Tanto que parecían más negros que verdes.
 -¿Ahora me crees? – Suspiré.
 -Vale. Te creo. Eres un ángel. Pero eso no explica qué haces en mi casa.
 -Fácil. – Dijo mientras sonreía y me cogía de las manos. – Soy tu ángel de la guarda. Encantado.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Capítulo 2

Lluvia. Perfecto. Menos mal que en el último momento he cogido el coche, lo último que me faltaba sería ir andando y que me lloviera. Y menos mal también que le pregunté a ese señor donde estaba el supermercado antes de que empezara a llover. Hoy mi sentido común funciona a las mil maravillas por una vez.

 Aparqué delante del supermercado. Solo había dos coches en el aparcamiento, un golf y una furgoneta chevy que debía de tener más años que yo. Entré y enseguida agradecí los ventiladores, a pesar de que llovía hacía muchísimo calor. Cogí una cesta y saqué la lista que me dio mi madre antes de salir con las cosas necesarias para la cena de esta noche. Ya. Claro. En la lista hay suficiente para alimentarnos durante un mes, pero no merece la pena discutir con ella.

 Iba por la zona de la fruta cuando lo volví a notar. Esa extraña sensación de que alguien me estaba mirando. Se me puso la piel de gallina y me giré bruscamente. Al hacerlo choqué con alguien y ambos nos caímos, junto con todas las cosas que llevábamos en la cesta. Casi podía oír a alguien en mi cabeza riéndose. Bien. Volverse paranoica no era tan malo. Pero de ahí a escuchar voces…Miré a la persona con la que me había chocado que seguía en el suelo como yo. Era una chica de mi edad. Llevaba unas gafas de pasta y sus enormes ojos marrones me estaban mirando.

 -Lo siento. – Me dijo mientras se levantaba y me extendía una mano para ayudarme a levantar-. Soy muy despistada y no suelo mirar por donde voy.
 -No, no, que va. Si soy yo la que tengo la culpa me giré tan de repente que seguro que no te dio tiempo a reaccionar. – Dije sonriéndola mientras me agachaba a recoger lo que se nos había caído.
 -En definitiva. Que las dos tenemos la culpa ¿no?
 -Correcto. – Contesté y ambas nos echamos a reír.
 -Me llamo Paula. Nunca te había visto por aquí.
 -Yo Carolina, pero llámame Carol. Soy nueva aquí. Mi madre y yo acabamos de mudarnos.- Dije mientras andábamos y seguíamos comprando.
 -Así que soy la primera persona a la que conoces ¿no?
 -Bueno, a ti y a un señor que me ha dicho donde se encontraba esto.-Contesté.
 -Genial. – Me dijo con una sonrisa.- Así podré presentarte a algunos de los que serán tus próximos compañeros de clase. Al ser pocos, nos conocemos casi todos entre sí. La mayoría son muy simpáticos y te caerán bien enseguida. – Dijo cogiendo una manzana -. Y otros depende de si te cae bien la gente que se cree el ombligo del mundo. – Me guiñó un ojo.

 Me caía bien. Era una chica directa y muy maja. Me fijé en que me sacaba casi una cabeza y era muy guapa. Con el pelo rizado negro y con sus enormes ojos marrones parecía una modelo. Me entristecí. Amanda también era así de guapa y simpática y mira como terminó todo entre nosotras. Tenía que quitarme esos prejuicios de encima, no podía ser así todo el mundo que fuese guapo y simpático. Así que decidí eliminar esos pensamientos y la sonreí.

 -Seguro que todos son muy simpáticos. – Le dije mientras que íbamos a pagar a la caja.
 -Ya verás como sí. – Contestó mientras metía su compra en bolsas. Me miró con una sonrisa. –Mañana organizo una pequeña fiesta en el jardín de mi casa y vendrán algunos amigos. Si quieres pásate por ahí y te los presento. Así conocerás a más gente además de a mi.
 -Veré si puedo ir.- Le dije mientras salíamos. Había parado de llover - . Pero con esto de la mudanza mi madre estará medio histérica así que no se si podré escaparme. Pero lo intentaré.
 -Pues entonces nos vemos o mañana o el lunes. – La miré sin comprender. Ella se rió -. ¡Empezamos el instituto! Al final va a resultar que eres más despistada que yo.
 -Ya ni me acordaba. Pues si lo más seguro es que yo sea más despistada que tú. – Dije entre risas. 
-Jajajaja. Pues eso, intenta pasarte por la fiesta. Nos vemos. – Se dio la vuelta y se subió a la camioneta Chevy esa que vi cuando llegué y se fue. Se me había olvidado preguntarla dónde quedaba su casa. Suspiré. Algún día se me olvidaría la cabeza. Me dirigí hacia mi coche. Metí las bolsas en el maletero y puse rumbo a casa.

 Iba ya por la mitad del camino cuando el coche se me caló. Suspiré. Parece que hoy no es mi día de suerte. Intenté arrancar el coche unas cuantas veces pero nada, tendría que mirar el motor y rezar porque lo que esté mal se vea a primera vista si no tendría que llamar a mi madre y se volvería medio loca. Salí del coche dando un portazo y me dirigí a la parte delantera. Abrí la tapa y miré. Volví a mirar. Nada. Ningún cable suelto ni pelado. Ninguna tuerca descolocada. Cerré la tapa y me dirigí a mi bolso, al final tendría que llamar a mi madre. Entonces oí un ruido detrás de un seto. Me quedé quieta y miré hacia allí. Tranquila – Me dije -. Lo más seguro es que sea un animal. Al parecer mi sentido común ya se había agotado por hoy, ya que me dirigí hacia donde había oído el ruido. El seto volvió a moverse. Tranquila, ¿Quién se va a esconder detrás de un seto para asustarte?- Me dije. Cogí aire y aparté las hojas. Miau. Un gatito. Me eché a reír. Todo por un gatito. Lo miré. La verdad es que era muy mono, con eso ojos verdes y el pelaje de color dorado.
 -¿Qué te pasa pequeño?¿Te has perdido? – Se restregó contra mis piernas mientras lo acariciaba. No llevaba colgante. Le miré. – Tendré que llevarte a la perrera.

 Me miró a los ojos y juraría que negó con la cabeza. La verdad es que es una pena, es precioso. Estuve unos minutos dándole vueltas hasta que me decidí.

 -¿Qué te parecería venirte a vivir conmigo? Solo unos días. Hasta que encontremos a alguien que quiera encargarse de ti. A mi madre le va a dar mal, pero si no es permanente se le pasará. – Ya estaba mal de la cabeza del todo. ¿Qué hacía en medio de la calle, con el coche estropeado, hablando con un gato? Sacudí la cabeza y lo cogí. Me encantaba como ronroneaba cuando lo acariciaba detrás de las orejas. Lo metí en el asiento del pasajero y volví a intentar arrancar. Y el motor se encendió a la primera. Miré al gato sonriendo, se había acurrucado en el asiento y tenía los ojos cerrados.

 -A ver si al final me vas a dar buena suerte y todo. –Me quedé pensando. – No puedo seguir llamándote gato, tendré que ponerte un nombre. – Abrió uno de esos ojazos verdes que tenía.
 -Mmm… podría llamarte…Jason. – Dije pensando en mi amigo. El gato sacudió la cabeza y me miró con algo parecido al disgusto en sus ojos. – Bueno, vale, pues si no te gusta buscamos otro. Entonces, ¿qué te parece Garfield? Era broma no hace falta que me sisees así.

 Me pasé todo el camino hasta casa pensando en un nombre para el gato. Me daba la sensación que ninguno de los que le decía le gustaban. Llegamos a casa. Estaba abriéndole la puerta para que bajase cuando se me ocurrió un nombre perfecto. Le miré.

 -¿Qué te parece Ángelo? – Me miró. – Lo digo porque cuando te subiste al coche, este se arregló y eso. No es que piense que fuiste tú, eso sería ya demasiado raro incluso para mí. Pero como fue algo así como un “milagro”, pues pensé en ese nombre. “Ángelo” – Me quedé callada. – Pero si no te gusta buscamos otro y ya está.

 Se restregó contra mis piernas. Le gustaba. Sonreí y le rasqué bajo la barbilla. Ahora Venía la parte más difícil. Enseñárselo a mi madre. Saqué la compra del coche y ya subíamos la escaleras cuando mi madre abrió la puerta con una sonrisa, que se borró en cuanto vio a Ángelo que entró en casa como si fuese dueño del mundo. Mi madre lo siguió con la mirada y frunció el ceño cuando se subió encima del sofá. No era un buen comienzo. Decidí ignorarlo y fui a la cocina a dejar las bolsas y como no mi madre me siguió, no lo iba a dejar pasar.

 -Dime que ese gato no es nuestro, que se nos ha colado en casa y que ahora lo vamos a echar de aquí. – Me dijo con vehemencia. Esto iba para largo. Me giré.
 -Mamá, tranquilízate. Ángelo es muy bueno y solo se va quedar…
 -¡Ángelo!¡Ya le has puesto nombre! – Mierda. Esto va de mal en peor.
 -¿No te gusta el nombre? – Dije intentando hacer una broma. Me fulminó con la mirada. – A ver, el coche se me paró de camino a casa y…
 -¡Dime que el coche no se ha roto!
 -Si me dejases terminar las frases en vez de interrumpirme cada dos por tres te lo explicaría. – Se calló. – Bien. Se me paró a mitad de camino y cuando bajé me lo encontré solo en la calle así que decidí buscarle una familia para que lo cuide. Nosotros solo nos lo quedaremos unos días hasta que encuentre a alguien que lo quiera. – Cogí aire. – Yo me encargaré de sacarlo, de darle de comer, de todo. Tu solo tendrás que hacer lo mismo que hacías cuando venía la abuela, ignorarlo. – La miré. Increíble. Estaba sentada en el suelo haciéndole carantoñas al gato. Sacudí la cabeza. Ver para creer. Mi madre que a odiado a los gatos durante toda su vida estaba jugando con uno, y encima callejero. Decidí escabullirme ahora que no me estaba prestando atención, pero justo cuando iba a salir mi madre levantó la cabeza.

 -Tienes dos semanas. Ni un día más. Le buscas familia y larga. – Se levantó y se puso a hacer la cena. Cogí a Ángelo y fuimos a mi habitación.
 -Eres un gato con suerte. – Y era verdad. Mi madre sabía hacer muchas cosas con los cuchillos. Subió la cabeza y me miró horrorizado, como si hubiese escuchado lo que pensaba. Imposible. Le miré fijamente. Acerqué mi cabeza a la suya hasta casi tocarlo. Me lamió la cara. Suspiré. Tenía que dejar las novelas paranormales, al parecer me afectaban bastante al cerebro. Lo dejé en el suelo y abrí la puerta de mi habitación, tenía que colocar toda la ropa en el armario antes de bajar a cenar si no a mi madre le daría un ataque. Me dirigí a las cajas con mi ropa que estaban en medio de la habitación y busqué un pantalón corto de estar por casa y una camiseta de tirantes. No era lo que se dice una belleza de conjunto, pero era cómodo y nadie me iba a ver.

 Me estaba quitando la camisa cuando me fijé en que el gato me estaba mirando fijamente. Me volví a tapar. Igual parece una estupidez pero decidí cambiarme en el baño, donde ningún gato fisgón me pudiese ver. Ya que iba al baño decidí darme una ducha. Una larga y relajante ducha. En cuanto estuve debajo del chorro de agua caliente empecé a pensar en todas las cosas que habían pasado hoy. Me acordé del choque que tuve con Paula en el supermercado y me eché a reír. Decidí ir a su fiesta de mañana. No me costaría convencer a mi madre para que me dejase ir porque ya salía a muchas fiestas con Amanda y Geoffrey, además mi madre lo vería como una gran oportunidad de hacer nuevos amigos. Nunca le habían gustado mucho ni mi mejor amiga ni mi novio, decía que no eran sinceros, y al parecer tenía razón. Bueno ya basta de pensar en eso. Esta más decidida que nunca a pasármelo bien y todo comenzaría en la fiesta de Paula. Salí de la ducha y me di cuenta de que llevaba mucho rato porque mis dedos parecían pasas.

Ya estaba terminado de vestirme cuando oí un grito. Mi madre. Salí corriendo del baño y vi bajar corriendo también a Ángelo. Tropecé con el último escalón pero logré mantener el equilibrio. La puerta de entrada estaba abierta. Busqué a mi madre y la encontré en la cocina con una sartén en la mano. Tal vez en otro momento me hubiese hecho gracia, pero no ahora. Corrí a su lado y la abracé. Cogí su cara y la giré de modo en que me mirase.

 -Tranquila mamá, respira. – Tenía los ojos desorbitados. Miré a mi alrededor pero no había nadie. - ¿Qué ha pasado? ¿Estas bien?
 -Carol… Estaba fuera…en la ventana. – Cogió aire ya más tranquila. Tenía los nudillos blancos así que le quité la sartén de la mano– Tenía un cuchillo, y me sonrió mientras que hacía como si lo clavase. Yo cogí la sartén y me puse aquí y él abrió la puerta no sé como y se fue. – Me miró. – Tenemos que llamar a la policía. – Se levantó y fue al salón a los pocos segundos la oí hablar con la policía mucho más serena.

 Increíble, ¿quién nos haría algo así? ¿Y por qué? Si acabábamos de llegar. Ni siquiera conocemos a nadie. Me dirigí a la puerta para ver si había algo. En el felpudo había una cajita de cristal con una flor dentro. La cogí del suelo y miré por si había algo más, pero solo estaba la cajita. En ese momento me acordé de Ángelo. Dejé la caja en una mesita del pasillo.

 -¡Ángelo! – Exclamé mirando hacia la calle. Un ruido en los arbustos. Estaba a punto de cerrar la puerta de golpe cuando salió Ángelo de entre las hojas. Lo recogí y me eché a reír en voz baja. – Parece que te gustan los arbustos, y que quieres matarme de un ataque al corazón.

 Fui al salón donde se encontraba mi madre sentada. Ángelo saltó de mis brazos y se subió al lado de mi madre que comenzó a acariciarlo mecánicamente.

 -He llamado a la policía, llegaran dentro de cinco minutos. Debería hacer algo de café. – Dijo levantándose. Le puse una mano en el hombro y la empujé hacia el sofá. - ¿Pero qué...?

 -Tu siéntate, ya haré yo el café. ¡Ah!, se me olvidaba. He encontrado una cosa fuera, en el felpudo. – Exclamé. ¿Dónde la había dejado? Así. En la mesilla del pasillo. Salí a cogerla pero ya no estaba ahí. Espera un momento yo la dejé ahí. Estoy segura. Oí pasos a mi espalda. Era mi madre.

 -¿Te encuentras bien? – Me pregunto preocupada. Sacudí la cabeza. No podía ser. Yo la había dejado ahí. Solo salí un momento para recoger a Ángelo en el jardín. Me recorrió un escalofrío. No. Era imposible que hubiese entrado, cogido la cajita y salido por la puerta mientras que yo estaba en el jardín, a tan solo unos pasos de él, habría hecho algún ruido. – ¡Carol! Estas muy pálida. Entra en casa y siéntate, ahora te traigo un vaso de agua. – Y salió del salón.

 Estaba sentada en el sillón todavía conmocionada. Había tenido a alguien que se había colado en mi casa, que podría ser un asesino detrás de mí. Ángelo se subió encima de mí y empezó a restregarse y mirarme con esos ojos. Yo lo acaricié pensando en la suerte que había tenido de que solo fuese a coger la cajita y no a hacerme cualquier cosa. Me estremecí. Mi madre entró en el salón con un vaso de agua que me tendió para que me lo bebiese. Cuando terminé de beber me abrazó.

 -No pasa nada cariño. No te preocupes. Vamos a estar bien. La policía lo encontrará.- Pero no lo dijo convencida. - ¿Qué era eso que encontraste y me querías enseñar? ¿Cariño?, Te has puesto pálida otra vez.

 No sabía que decirle. Si le decía que el tipo ese volvió a entrar en la casa, sería capaz de hacer las maletas e irnos otra vez a vivir con Raúl. No me importa vivir con mi padre pero ya tengo planes hechos aquí y no iba a dejar que un tipo al que se le ha ocurrido venir a esta casa este día en concreto me echase de aquí, así que decidí callármelo. 
-No es nada, pensé que había visto algo, pero eran las sombras que hacen las ramas de los árboles. –Contesté tranquila. No iba a dejar que nadie me arruinase nuestra nueva vida. Mi madre se relajó considerablemente.
 -No te preocupes cariño, es que estamos muy nerviosas por eso vemos cosas donde no las hay. – Pero se equivocaba. Yo sabía muy bien lo que había visto.



 Casi me pilla la chica, de no ser por el gato ese me hubiese visto. Iba deprisa por la calle pero sin correr, no quería que nadie se fijase en mí. A dos manzanas estaba el coche aparcado. Subí y puse el coche en marcha pero no me fui, quería que la policía pasase por delante de mía, si me los cruzaba ahora igual me hacían parar. Prefería esperar. Aunque no es como si pudiesen inculparme en nada. No tenía pruebas que me incriminasen. Además, ¿quién creería que yo iría por ahí amenazando a los nuevos vecinos? Sería muy descortés por mi parte. Me eché a reír y encendí un cigarrillo. Entonces me acordé de la flor y la risa se me atascó en la garganta. Fue muy estúpido por mi parte llevar eso conmigo, y más estúpido fue que se me cayese. Maldición. Ahora tendría que acercarme mucho más a la chica para enterarme de lo que sabe. Aunque dudo mucho que solo con eso logren saber quién soy. Ya oía las sirenas a lo lejos. Me recosté tranquilo en el asiento. Todo iba bien, solo que el plan iba a durar un poco más de lo normal. Además, esto le daba un toque interesante ya no sería tan aburrido. Sonreí. -Muy, pero que muy interesante. – Murmuré acordándome de la chica. Los coches de policía pasaron junto a mí y ni siquiera me dedicaron un solo vistazo. Perfecto. Arranqué y me perdí entre las calles.

martes, 13 de marzo de 2012

Capítulo 1

<Never was and never will be. Have you no shame? Don't you see me?> La música de Evanescence me acompañaba en este viaje de ocho horas hasta el que iba a ser mi nuevo hogar. 


Intenté mostrarme al principio del viaje feliz por mi madre pero a las dos horas me fue imposible seguir manteniendo mi sonrisa, así que me puse la música y me entregué al sueño. Al menos así fue hasta que recibí el séptimo mensaje del día. Geoffrey otra vez. 


 “Cariño fue un error, perdóname, yo no quería pero tu amiga llevaba unas copas de más y se me tiró encima. Lo siento tanto… ¿Sabes que te quiero no? Sabes que jamás podrá apagarse en mi la llama de tu amor. Te quiero.” 


Típico de él, echarle toda la culpa a Amanda, que también tiene la culpa, pero al menos ella no va diciendo por ahí que es solo culpa de él. Y ¿qué es eso de poner al final un trozo de un poema de Bécquer?, como si se lo hubiera inventado él. Creo que nosotras no nos damos cuenta de con qué tipo de chicos salimos hasta que cortamos con él. Cuando empecé a salir con él pensé que sería lo mejor que me pasaría en toda mi vida, después de todo él era todo lo que yo podía pedir en un chico, guapo, listo, gracioso… y ahora que hemos terminado te das cuenta de que no era tan guapo ni tan listo ni tan nada. Solo era como yo quería que fuera, lo idealicé tanto que al final no me di cuenta de que no me quería y de que ligaba con Amanda delante de mis narices. Así que supongo que yo también tengo parte de la culpa. 


Pero se acabo el compadecerse de mis desastres amorosos, hoy comienzo una nueva vida. Nueva “ciudad”, nuevo instituto, nuevos amigos, y por supuesto, nuevos chicos. Hay que ser positiva. Así que después de contestar al mensaje con un “¡Que te den!” me volví hacia mi madre y le pregunté cuanto faltaba para llegar.


 -Ya casi estamos. Pasamos por la casa de Carmen a recoger las llaves y en quince minutos estamos ahí.


 Carmen es una amiga de mi madre. Fue ella la que le aconsejó a mi madre de cambiar de aires, y la que le vendió la casa en el pueblo ya que decía que era demasiado “simple” para su familia. Con 45 años, tres hijos y un marido calvo y gordo se creía la reina del mambo y nunca nada era suficiente para ella. 


 -Ahhh, genial,… ¿Tengo qué entrar a saludar a la vieja bruja? 

-¡CAROLINA! ¡No me puedo creer que hayas dicho eso! Gracias a ella tenemos una casa preciosa donde vivir.

-Sí, eso es lo que pensamos, pero todavía no la hemos visto. Adivina lo que nos habrá encasquetado.

-…

-¿Qué pasa?¿No te habrás enfadado, verdad?

-…

-Venga que solo era una broma, no te enfades… Seguro que la casa es preciosa y sino lo es no te
preocupes, que yo estaré todo el rato como tu haces diciendo “¡Ves!¡Te lo dije!” – Dije imitando su voz.

 -¡Carolina!- Dijo mi madre sonriendo.

-Vamos si te estás riendo. ¿A que ya no estás enfadada?

-Sí que lo estoy y mucho, pero ya hemos llegado- Dijo mientras que bajaba y me daba un beso.

-Si en realidad no te puedes enfadar conmigo ¡soy irresistible!

-Ya, lo que tu digas, pero no tientes tanto a tu suerte.-Y empujándonos fuimos a llamar a la puerta.


 La casa era, bueno, era enorme. Parecía una mansión de esas de siglo XIX, con porche y todo, casi esperaba ver a Keira Knightley salir en cualquier momento de la casa. Lo que más me gustaba era el jardín, con un montón de rosales de diferentes colores. Era precioso. En ese momento note como una picazón en el cuello como si me estuvieran mirando y me giré para mirar a mi alrededor pero no había nadie. 


 -¿Te pasa algo?- Me preguntó mi madre preocupada.- Te has quedado muy pálida de repente. 

-No, no es nada, no te preocupes.- Le dije sonriéndola.


 Justo cuando subíamos las escaleras del porche Carmen abrió la puerta. <Debió de ser ella la que me miraba> Me dije nerviosa. O al menos eso esperaba. 


-¡Rocío!- Así se llama mi madre- ¡Qué pronto llegas!¡No me ha dado tiempo a arreglar la casa, está hecha un desastre! – Dijo mientras nos conducía al interior. 


 El recibidor tenía una gran alfombra persa de color rojo que a mi madre le encanta, y un aparador de madera con un espejo y un jarrón chino que parecía carísimo y que siempre que paso por su lado me da miedo tropezar y romperlo. Dos cosas estaban claras cuando entramos por la puerta y vimos la casa. La primera era que la casa estaba reluciente y recién limpiada. La segunda es que estoy segura de que ella no la limpió. Creo que Carmen no ha cogido un trapo de limpiar en su vida. 


 Mi madre la conocía desde el instituto y no sé como la sigue aguantando. Hija de un padre político y siendo su madre una eminente cirujana, desde la infancia se le colmó de caprichos. En el instituto siempre era la reina del baile y la más popular porque, hay que decirlo, es muy guapa. Alta y delgada con el pelo rubio y los ojos azules parecía una princesa, y el tiempo no la ha tratado nada mal. Ni el botox. 


 -No te preocupes Carmen, tienes la casa excelente como siempre. ¿Es ese un reloj Kienzle? Es precioso. - Si hay algo que mi madre adore son las antigüedades y a Carmen le encantaba pavonearse de sus nuevas adquisiciones.


 -Claro querida, sabía que te gustaría. Me lo compró Gregory la última vez que fue a Alemania. Es del siglo XIX hecho de manera artesanal con madera de ciprés. 


El reloj era realmente bonito con un tallado floral que recorría toda la caja. Era de color oro, con pequeñas estrellitas entre las flores. En la esfera blanca se podía leer una inscripción en alemán, pero como yo no tenía ni idea de alemán decidí preguntárselo a la especialista, de algo debía servir que mi madre fuese anticuaria y supiese alemán. 


-Mamá, ¿qué significa la inscripción que hay en la esfera? 


-Umm, a ver… “Nútze die Zeit” significa “aprovecha el tiempo” ¿qué curioso no? 

-Encantador. – Dijo Carmen molesta porque la hubiésemos interrumpido mientras hablaba. Estaba por apostar todo mi dinero a que no se había dado cuenta de que su “precioso” reloj tenía una inscripción.- Bueno sentémonos y os explico cosas de la casa…- Se interrumpió de repente por el sonido de alguien bajando por las escaleras a toda velocidad. -¡No me lo puedo creer! – Gritaron a la vez dos niñitas exactamente iguales - ¡Carol! –Y se tiraron a mis brazos. -¡Clary!¡Dakota! – Exclamé abrazándolas y dándoles besos – Cada día estáis más grandes y más guapas.


Y era toda la verdad. De once años de edad las gemelas eran preciosas con el pelo rubio y los ojos azules de su madre y el cabello rizado de su padre – antes de quedarse calvo claro. – parecían dos ángeles. Era casi imposible diferenciarlas salvo por un pequeño hoyuelo que Dakota tenía en la barbilla y Clary en las mejillas. Miré a mi alrededor esperando ver a Jason, el hijo mayor de Carmen, pero no estaba.


 -¿Y Jason dónde está? – Le pregunte a las gemelas. 

-Se fue hace poco porque volvió a discutir con mamá que no quiere que siga tocando la guitarra ni que se vista de negro. A nosotras nos encanta como toca la guitarra pero mamá dice que esa música la inventó el diablo. – Me respondió Dakota mientras Clary que siempre ha sido la más callada asentía.


Jason tiene diecisiete años y toca en un grupo de Rock con unos amigos por los bares o en fiestas. Tiene un estilo gótico y a diferencia de sus hermanas tiene el pelo negro y los ojos azules. Es muy guapo y eso es parte de que el grupo tenga cierta fama entre las chicas, pero las pobres no saben que nunca tendrán una oportunidad ya que es gay. Me lo contó el año pasado cuando vinimos una semana de vacaciones y su madre no paraba de intentar emparejarnos, así que me dijo que era gay pero que todavía no se lo había dicho a su madre porque sabía que se iba poner histérica y no le apetecía oírla. 


 -¡Ay Dios mío! Ese niño me va a enterrar. Con lo dulce y bueno que era de pequeño. Son esos amigos que van con él, que son una mala influencia. Mi madre que en ese momento estaba saludando a las gemelas le defendió.

 -Hombre, yo no creo que halla cambiado. Es un chico muy dulce y muy educado siempre que habla conmigo. Lo único que ahora toca en un grupo.

 -¿Pero tú sabes la música qué toca? Es diabólica y por más que le digo que deje ese grupo él sigue a lo suyo. Y viene tardísimo a casa y se marcha muy pronto, solo esta un rato con sus hermanas y a mi no me hace ni caso. -Mi madre y yo nos miramos por encima de las cabezas de las gemelas pensando lo que tenía que aguantar Jason casi todos los días, normal que se pasase tan poco por casa.

 -Bueno, está a punto de ir a la universidad y está sometido a mucha presión. Tu dale tiempo.- Dijo mi madre.

 -Veremos si va a la Universidad con lo vago que es.- De repente se giró y me miró con los ojos entrecerrados.- ¿Y a ti no te gusta mi hijo? Tal vez si sale contigo cambie de nuevo.


 Yo miré a mi madre espantada en busca de ayuda. Ella sabía que Jason era gay y era la única capaz de quitarle alguna idea de la cabeza a Carmen. 


 -No creo que sea buena idea meterles ahora en una relación. Mi hija acaba de cortar con su novio y no está de humor para salir con otro chico. Además, sabes que ellos solo se ven como amigos, casi como hermanos. 

 -Si lo sé, lo sé, me hice a la idea el año pasado. Pero una nunca pierde la esperanza.

 -No, no, no. Carol no va a salir con nuestro hermano.- Dijo Dakota. Carmen las miró frustrada y les dijo: -¿Y eso porqué?¿Por el estúpido sueño que tuvo Clary? Lo que pasa en los sueños no es de verdad, no tiene porque ser así.

 -¿Qué sueño?- Pregunté.

-Díselo Clary. Dile lo del tío bueno y ella besándose.- Dijo Dakota. La madre la fulminó con la mirada y Dakota se escondió tras mi madre y animó a Clary con la mirada. Clary me miró avergonzada. Yo la sonreí para animarla a continuar. Eso pareció armarla de valor.

 -La otra noche soñé que tu ibas caminando por la playa con un vestido y de repente el cielo se llenaba de nubes y empezaba a llover. Tu salías corriendo para ponerte bajo el porche de una caseta pero a medio camino levantaste la vista, y cruzaste la mirada con un chico guapísimo. Tu le sonreías y te echabas a llorar, entonces el sonrió, te abrazó y te llevó bajo el porche para que no te mojases. Tu le miraste y le besaste.- Me miró otra vez ruborizada.- Mucho.- Y se ruborizó más.


 Yo estaba flipando y no sabía que decir. De repente me fijé en que todos me estaban mirando y me ruboricé. Hacía años que no me ruborizaba por nada, pero esto… no me lo esperaba. Corto con mi novio y ahora una niña me dice que me voy a liar con un chico en una tormenta. Imposible. Traté de sonreírla para que viese que no me había enfadado. 


 -No te preocupes. Seguramente habrás visto esa escena en una película y luego lo soñaste, solo que conmigo en vez de con la actriz que salía en la película. 

 -Eso es lo que decía mamá- Dijo Dakota.- Pero es imposible, mamá no nos deja ver ese tipo de películas. Además el chico era muy guapo. Clary dijo que tenía el pelo oscuro y los ojos verdes. Y que era muy alto, porque para besarte te tuvo que levantar del suelo y apoyar en la…

 -¡Ya basta! Estas niñas, no sé de dónde lo habrán sacado.- Dijo Carmen mirándonos a mi madre y a mí.- Llevan así como cinco días. Y no sé que decirles para que lo olviden.

 -No te preocupes.- Dijo mi madre que estaba igual de impresionada que yo.- A esta edad las niñas tienen mucha imaginación.


 Yo en ese momento no les estaba prestando atención. Me estaba intentando imaginar al chico ese, y no me costó nada ya que siempre me había gustado los chicos con el pelo oscuro y los ojos verdes. Así que ahí estaba yo, en medio del salón de Carmen imaginándome a un chico que estaba buenísimo con dos niñitas mirándome y mi madre, más disimulada, mirándome también. Entonces Dakota le dio un codazo a Clary, que vino donde mí y me tiró de la manga para que me agachase. 


 -El lunar lo tenía debajo del ojo izquierdo.- Me dijo.- No del derecho.- Y se alejó con su hermana. 


 Yo con los ojos abiertos como platos las miraba jugar con unas muñecas en el suelo. ¿Cómo sabían que el chico que me estaba imaginando tenía un lunar bajo el ojo? Vale, esto se está poniendo muy raro. De repente noté otra vez la picazón, pero no había nadie mirándome. Asustada miré hacia todos los lados sin ver nada. Entonces paró, tan rápido como había empezado. Me rasqué detrás del cuello. ¿Qué estaba pasando? Escuché la puerta de la entrada abriéndose y cerrándose. Era Jason. Lo sabía por el ruido que hacían sus pies en la alfombra. Se que es un poco raro conocer quien viene por como anda pero Jason era fácil de reconocer ya que siempre iba arrastrando los pies. 


 -Este chico, le tengo dicho que no arrastre los pies por las alfombras. Me las destroza todas. 


Carol!¡Rocío! – Dijo mientras nos daba un abrazo y me decía al oído-. Cada día estas más guapa


No me extrañaba que me dijese eso porque ni me sonaba raro, porque como dijo mi madre éramos como hermanos. Le sonreí pícaramente. 


 -Eso se lo dirás a todas ¿no? 

 -Depende – Dijo sonriéndome, para nada cohibido -. de si tienen una sonrisa tan bonita como la tuya o no.

 -¡Ey! – Gritó Dakota enfada-. No puedes ligar con ella. Ya te dijimos que se va enamorar de otro chico. Ya has perdido tu oportunidad.

 -¿Ya te lo han dicho? – Dijo mirándome con una sonrisa.

 -Si, me lo han contado absolutamente todo, desde lo de la playa hasta lo de la pared de la caseta en la que…

 -Jajaja, no me lo digas, esas cosas mejor que las dejes para tus amigas – Dijo avergonzado.

 -Bueno, bueno, lo que tu digas.

 -Así que ya sabes Jason, tienes que pensar en gente que conoces que tengan los ojos verdes y el pelo marrón. Ah, y que tengan un lunar debajo del ojo izquierdo.- Dijo Dakota mientras Clary asentía.

 -Vale, vale lo que vosotras digáis. – Dijo mientras las daba una beso a cada una en la cabeza -. Bueno, me voy que solo he venido a veros y a dejar la guitarra y me están esperando fuera. Ya nos veremos por ahí Carol. Adiós Rocío.

 -Adiós cariño. Y come un poco más que estas muy delgado – Le dijo mi madre seria mientras él se reía y se iba. La verdad es que Jason es un chico del que te podrías enamorar sin ni siquiera conocerlo, pero en cuanto lo conocías estabas perdida. Yo ya estaba medio enamorada de él cuando me dijo que era gay. La verdad es que es una pena para todas las mujeres.

 -Que tarde se nos ha hecho, los de la mudanza deben de estar al caer – Dijo mi madre, y era verdad llevábamos casi dos horas aquí -. ¿Tienes las llaves de la casa?

 -Claro querida, toma.- Dijo Carmen mientras le daba las llaves a mi madre y nos daba dos besos -. ¿Seguro que lo tenéis todo?- Dijo mientras nos despedíamos de las gemelas y salíamos por la puerta.

 -Si que lo llevan todo mamá no te preocupes – Dijo Clary, y luego dijo mirándome -. No tendrás que buscarlo, él te encontrará a ti.- Y cerró la puerta.


 Miré a mi madre que seguía mirando la puerta extrañada, pero se encogió de hombros y fue hacia el coche. Arrancamos y me puse la música para reflexionar un poco en lo que había pasado. Clary no solía mentir, eso era más el trabajo de Dakota, pero lo que me ha contado es tan extraño que me cuesta creer que se lo hayan inventado. Pero es del todo imposible que Clary vea el futuro y tenga premoniciones. Lo más seguro es que vieran esa escena en una película y la soñasen. Si, probablemente fue eso. Entonces, ¿por qué no sonaba convencida? Sacudí la cabeza. Debe de ser por el viaje y eso de cambiar de casa por lo que pensaba esas cosas. Así que me propuse dejar de pensar en ello, además ya estábamos llegando al pueblo. En ese momento una moto pasó por mi lado de la ventanilla y casi choca con nosotras. Mi madre se volvió medio loca dándole al claxon. El motorista levantó la mano como pidiendo perdón. Pero eso a mi madre no le bastaba. 


 -Menudo suicida. Casi nos lo llevamos por delante. Menos mal que lo vi por el espejo si no chocamos con él. – Dijo medio histérica. 


-Tranquila mamá no hemos chocado con él al final lo vimos ¿no? Pues ya está. Además ha levantado la mano pidiendo perdón, se ha dado cuenta de que la culpa ha sido suya. 


 -Ahora le defiendes. – Me dijo fulminándome con la mirada - . Como te vea en la moto de algún chico te vas a buscar un problema. Uno bien gordo. 


 -Lo que tu digas mamá. – Dije poniendo los ojos en blanco. 


 -Si, tu tómatelo a risa. Ya verás cuando estés castigada sin salir como no te ríes tanto. – Dijo mientras tomaba el desvío a la que iba a ser nuestra nueva calle.- Haz algo de provecho y busca el número 127.


 Las casas de esta calle eran todas exactamente iguales salvo por el buzón y algún que otro enanito de jardín. Entonces la vi. La única diferente. Y debo decir que me encantó a primera vista, aunque nunca lo admitirá delante de mi madre. Es más pequeña que las demás de la calle, pero tenía su encanto y además solo íbamos a vivir en ella dos personas. El exterior de la casa estaba pintado de azul claro y tenía un pequeño porche con dos sillas y una mesita de mimbre. El tejado acabado en forma de pico y de color blanco era lo que la hacía más diferente de las demás que o eran más modernas o no tenían el techo de de ese color. Tenía dos pisos y un caminito de piedra atravesaba el jardín hasta el porche. Mi madre se giró hacia mi sonriendo. 


-¡Ves!¡Te lo dije! Es preciosa, no me digas que no porque te lo he notado en la cara cuando has bajado del coche. 


 -¡Vale! Tenías razón. La casa es muy bonita y me encanta. Pero vamos a ver si nos gusta tanto por dentro.


 Cogimos las maletas del coche y fuimos hacia la casa. A medio camino note ese picor en el cuello al que ya me estaba acostumbrando. Mire a mi alrededor aun sabiendo que no encontraría a nadie. Podría ser algún vecino curioso que estuviese mirando en ese momento a través de su ventana. 


 -¿Carol? ¿Vamos? 

-Claro, vamos. – Dije yendo hacia la puerta. 


 La casa por dentro era moderna pero sencilla. En el salón había un par de sofás en forma de L, una mesa alargada de madera, encima de la cual había un florero de cristal con unas lilas, con cuatro sillas también de madera de aspecto robusto y con el respaldo alto. Nos íbamos moviendo por la planta baja en la que estaban el salón, la cocina, un baño y el dormitorio principal. Este tenía una cama enorme con un cabezal antiguo con flores talladas que a mi madre la encantó, y una cómoda y un armario a juego con la cama. Mi madre no paraba de hacer ruiditos de felicidad y comentarios del tipo ¿Has visto que bonito?¿Y esto? Menuda cucada. Así que me escabullí y fui a ver lo que había en la planta de arriba. Era más pequeña que la de abajo, con un pequeño cuarto de baño y dos dormitorios. No me costó decidir con cual quedarme, ya que una tenía un pequeño balcón que daba a un lateral de la casa que tenía unos rosales debajo en los que no me había fijado antes.


 -Puede que no esté tan mal cambiar de aires. – Me dije asomándome al balcón. En ese momento parecía que nada iría mal, que todo iría a mejor.


 Oí el timbre en la planta baja y a mi madre gritar ¡Voy! Debían de ser los de la mudanza con las cosas de la cocina y el baño y algunos armaritos. La verdad es que no habíamos traído gran cosa. La mayoría de las cosas se las dejamos a mi padre. Había sido un divorcio, por decirlo de alguna forma, amistoso. No hubo peleas ni discusiones por el dinero, se siguen hablando e incluso se llevan bien. Mis padres eran amigos desde la infancia y, bueno, un día tuvieron un descuido y llegue yo. Se casaron en cuanto supieron que mi madre estaba embarazada, pero a pesar de que se querían mucho no se amaban y eso acabó por romper la relación diecisiete años después. 


 -¡Carol! Baja un momento. –Me gritó. 


 -¡Ya voy! – Contesté bajando las escaleras. Me la encontré al pie de estas mirándome con ojos suplicantes. ¡Oh, oh! – me dije – esto no puede significar nada bueno. ¿Y yo antes había dicho que nada podía ir mal? Obviamente me equivocaba. 


 -Por favor, ¿puedes ir al supermercado a comprar comida para esta noche?


 Lo sabía. Sabía que me había equivocado.