miércoles, 21 de marzo de 2012

Capítulo 2

Lluvia. Perfecto. Menos mal que en el último momento he cogido el coche, lo último que me faltaba sería ir andando y que me lloviera. Y menos mal también que le pregunté a ese señor donde estaba el supermercado antes de que empezara a llover. Hoy mi sentido común funciona a las mil maravillas por una vez.

 Aparqué delante del supermercado. Solo había dos coches en el aparcamiento, un golf y una furgoneta chevy que debía de tener más años que yo. Entré y enseguida agradecí los ventiladores, a pesar de que llovía hacía muchísimo calor. Cogí una cesta y saqué la lista que me dio mi madre antes de salir con las cosas necesarias para la cena de esta noche. Ya. Claro. En la lista hay suficiente para alimentarnos durante un mes, pero no merece la pena discutir con ella.

 Iba por la zona de la fruta cuando lo volví a notar. Esa extraña sensación de que alguien me estaba mirando. Se me puso la piel de gallina y me giré bruscamente. Al hacerlo choqué con alguien y ambos nos caímos, junto con todas las cosas que llevábamos en la cesta. Casi podía oír a alguien en mi cabeza riéndose. Bien. Volverse paranoica no era tan malo. Pero de ahí a escuchar voces…Miré a la persona con la que me había chocado que seguía en el suelo como yo. Era una chica de mi edad. Llevaba unas gafas de pasta y sus enormes ojos marrones me estaban mirando.

 -Lo siento. – Me dijo mientras se levantaba y me extendía una mano para ayudarme a levantar-. Soy muy despistada y no suelo mirar por donde voy.
 -No, no, que va. Si soy yo la que tengo la culpa me giré tan de repente que seguro que no te dio tiempo a reaccionar. – Dije sonriéndola mientras me agachaba a recoger lo que se nos había caído.
 -En definitiva. Que las dos tenemos la culpa ¿no?
 -Correcto. – Contesté y ambas nos echamos a reír.
 -Me llamo Paula. Nunca te había visto por aquí.
 -Yo Carolina, pero llámame Carol. Soy nueva aquí. Mi madre y yo acabamos de mudarnos.- Dije mientras andábamos y seguíamos comprando.
 -Así que soy la primera persona a la que conoces ¿no?
 -Bueno, a ti y a un señor que me ha dicho donde se encontraba esto.-Contesté.
 -Genial. – Me dijo con una sonrisa.- Así podré presentarte a algunos de los que serán tus próximos compañeros de clase. Al ser pocos, nos conocemos casi todos entre sí. La mayoría son muy simpáticos y te caerán bien enseguida. – Dijo cogiendo una manzana -. Y otros depende de si te cae bien la gente que se cree el ombligo del mundo. – Me guiñó un ojo.

 Me caía bien. Era una chica directa y muy maja. Me fijé en que me sacaba casi una cabeza y era muy guapa. Con el pelo rizado negro y con sus enormes ojos marrones parecía una modelo. Me entristecí. Amanda también era así de guapa y simpática y mira como terminó todo entre nosotras. Tenía que quitarme esos prejuicios de encima, no podía ser así todo el mundo que fuese guapo y simpático. Así que decidí eliminar esos pensamientos y la sonreí.

 -Seguro que todos son muy simpáticos. – Le dije mientras que íbamos a pagar a la caja.
 -Ya verás como sí. – Contestó mientras metía su compra en bolsas. Me miró con una sonrisa. –Mañana organizo una pequeña fiesta en el jardín de mi casa y vendrán algunos amigos. Si quieres pásate por ahí y te los presento. Así conocerás a más gente además de a mi.
 -Veré si puedo ir.- Le dije mientras salíamos. Había parado de llover - . Pero con esto de la mudanza mi madre estará medio histérica así que no se si podré escaparme. Pero lo intentaré.
 -Pues entonces nos vemos o mañana o el lunes. – La miré sin comprender. Ella se rió -. ¡Empezamos el instituto! Al final va a resultar que eres más despistada que yo.
 -Ya ni me acordaba. Pues si lo más seguro es que yo sea más despistada que tú. – Dije entre risas. 
-Jajajaja. Pues eso, intenta pasarte por la fiesta. Nos vemos. – Se dio la vuelta y se subió a la camioneta Chevy esa que vi cuando llegué y se fue. Se me había olvidado preguntarla dónde quedaba su casa. Suspiré. Algún día se me olvidaría la cabeza. Me dirigí hacia mi coche. Metí las bolsas en el maletero y puse rumbo a casa.

 Iba ya por la mitad del camino cuando el coche se me caló. Suspiré. Parece que hoy no es mi día de suerte. Intenté arrancar el coche unas cuantas veces pero nada, tendría que mirar el motor y rezar porque lo que esté mal se vea a primera vista si no tendría que llamar a mi madre y se volvería medio loca. Salí del coche dando un portazo y me dirigí a la parte delantera. Abrí la tapa y miré. Volví a mirar. Nada. Ningún cable suelto ni pelado. Ninguna tuerca descolocada. Cerré la tapa y me dirigí a mi bolso, al final tendría que llamar a mi madre. Entonces oí un ruido detrás de un seto. Me quedé quieta y miré hacia allí. Tranquila – Me dije -. Lo más seguro es que sea un animal. Al parecer mi sentido común ya se había agotado por hoy, ya que me dirigí hacia donde había oído el ruido. El seto volvió a moverse. Tranquila, ¿Quién se va a esconder detrás de un seto para asustarte?- Me dije. Cogí aire y aparté las hojas. Miau. Un gatito. Me eché a reír. Todo por un gatito. Lo miré. La verdad es que era muy mono, con eso ojos verdes y el pelaje de color dorado.
 -¿Qué te pasa pequeño?¿Te has perdido? – Se restregó contra mis piernas mientras lo acariciaba. No llevaba colgante. Le miré. – Tendré que llevarte a la perrera.

 Me miró a los ojos y juraría que negó con la cabeza. La verdad es que es una pena, es precioso. Estuve unos minutos dándole vueltas hasta que me decidí.

 -¿Qué te parecería venirte a vivir conmigo? Solo unos días. Hasta que encontremos a alguien que quiera encargarse de ti. A mi madre le va a dar mal, pero si no es permanente se le pasará. – Ya estaba mal de la cabeza del todo. ¿Qué hacía en medio de la calle, con el coche estropeado, hablando con un gato? Sacudí la cabeza y lo cogí. Me encantaba como ronroneaba cuando lo acariciaba detrás de las orejas. Lo metí en el asiento del pasajero y volví a intentar arrancar. Y el motor se encendió a la primera. Miré al gato sonriendo, se había acurrucado en el asiento y tenía los ojos cerrados.

 -A ver si al final me vas a dar buena suerte y todo. –Me quedé pensando. – No puedo seguir llamándote gato, tendré que ponerte un nombre. – Abrió uno de esos ojazos verdes que tenía.
 -Mmm… podría llamarte…Jason. – Dije pensando en mi amigo. El gato sacudió la cabeza y me miró con algo parecido al disgusto en sus ojos. – Bueno, vale, pues si no te gusta buscamos otro. Entonces, ¿qué te parece Garfield? Era broma no hace falta que me sisees así.

 Me pasé todo el camino hasta casa pensando en un nombre para el gato. Me daba la sensación que ninguno de los que le decía le gustaban. Llegamos a casa. Estaba abriéndole la puerta para que bajase cuando se me ocurrió un nombre perfecto. Le miré.

 -¿Qué te parece Ángelo? – Me miró. – Lo digo porque cuando te subiste al coche, este se arregló y eso. No es que piense que fuiste tú, eso sería ya demasiado raro incluso para mí. Pero como fue algo así como un “milagro”, pues pensé en ese nombre. “Ángelo” – Me quedé callada. – Pero si no te gusta buscamos otro y ya está.

 Se restregó contra mis piernas. Le gustaba. Sonreí y le rasqué bajo la barbilla. Ahora Venía la parte más difícil. Enseñárselo a mi madre. Saqué la compra del coche y ya subíamos la escaleras cuando mi madre abrió la puerta con una sonrisa, que se borró en cuanto vio a Ángelo que entró en casa como si fuese dueño del mundo. Mi madre lo siguió con la mirada y frunció el ceño cuando se subió encima del sofá. No era un buen comienzo. Decidí ignorarlo y fui a la cocina a dejar las bolsas y como no mi madre me siguió, no lo iba a dejar pasar.

 -Dime que ese gato no es nuestro, que se nos ha colado en casa y que ahora lo vamos a echar de aquí. – Me dijo con vehemencia. Esto iba para largo. Me giré.
 -Mamá, tranquilízate. Ángelo es muy bueno y solo se va quedar…
 -¡Ángelo!¡Ya le has puesto nombre! – Mierda. Esto va de mal en peor.
 -¿No te gusta el nombre? – Dije intentando hacer una broma. Me fulminó con la mirada. – A ver, el coche se me paró de camino a casa y…
 -¡Dime que el coche no se ha roto!
 -Si me dejases terminar las frases en vez de interrumpirme cada dos por tres te lo explicaría. – Se calló. – Bien. Se me paró a mitad de camino y cuando bajé me lo encontré solo en la calle así que decidí buscarle una familia para que lo cuide. Nosotros solo nos lo quedaremos unos días hasta que encuentre a alguien que lo quiera. – Cogí aire. – Yo me encargaré de sacarlo, de darle de comer, de todo. Tu solo tendrás que hacer lo mismo que hacías cuando venía la abuela, ignorarlo. – La miré. Increíble. Estaba sentada en el suelo haciéndole carantoñas al gato. Sacudí la cabeza. Ver para creer. Mi madre que a odiado a los gatos durante toda su vida estaba jugando con uno, y encima callejero. Decidí escabullirme ahora que no me estaba prestando atención, pero justo cuando iba a salir mi madre levantó la cabeza.

 -Tienes dos semanas. Ni un día más. Le buscas familia y larga. – Se levantó y se puso a hacer la cena. Cogí a Ángelo y fuimos a mi habitación.
 -Eres un gato con suerte. – Y era verdad. Mi madre sabía hacer muchas cosas con los cuchillos. Subió la cabeza y me miró horrorizado, como si hubiese escuchado lo que pensaba. Imposible. Le miré fijamente. Acerqué mi cabeza a la suya hasta casi tocarlo. Me lamió la cara. Suspiré. Tenía que dejar las novelas paranormales, al parecer me afectaban bastante al cerebro. Lo dejé en el suelo y abrí la puerta de mi habitación, tenía que colocar toda la ropa en el armario antes de bajar a cenar si no a mi madre le daría un ataque. Me dirigí a las cajas con mi ropa que estaban en medio de la habitación y busqué un pantalón corto de estar por casa y una camiseta de tirantes. No era lo que se dice una belleza de conjunto, pero era cómodo y nadie me iba a ver.

 Me estaba quitando la camisa cuando me fijé en que el gato me estaba mirando fijamente. Me volví a tapar. Igual parece una estupidez pero decidí cambiarme en el baño, donde ningún gato fisgón me pudiese ver. Ya que iba al baño decidí darme una ducha. Una larga y relajante ducha. En cuanto estuve debajo del chorro de agua caliente empecé a pensar en todas las cosas que habían pasado hoy. Me acordé del choque que tuve con Paula en el supermercado y me eché a reír. Decidí ir a su fiesta de mañana. No me costaría convencer a mi madre para que me dejase ir porque ya salía a muchas fiestas con Amanda y Geoffrey, además mi madre lo vería como una gran oportunidad de hacer nuevos amigos. Nunca le habían gustado mucho ni mi mejor amiga ni mi novio, decía que no eran sinceros, y al parecer tenía razón. Bueno ya basta de pensar en eso. Esta más decidida que nunca a pasármelo bien y todo comenzaría en la fiesta de Paula. Salí de la ducha y me di cuenta de que llevaba mucho rato porque mis dedos parecían pasas.

Ya estaba terminado de vestirme cuando oí un grito. Mi madre. Salí corriendo del baño y vi bajar corriendo también a Ángelo. Tropecé con el último escalón pero logré mantener el equilibrio. La puerta de entrada estaba abierta. Busqué a mi madre y la encontré en la cocina con una sartén en la mano. Tal vez en otro momento me hubiese hecho gracia, pero no ahora. Corrí a su lado y la abracé. Cogí su cara y la giré de modo en que me mirase.

 -Tranquila mamá, respira. – Tenía los ojos desorbitados. Miré a mi alrededor pero no había nadie. - ¿Qué ha pasado? ¿Estas bien?
 -Carol… Estaba fuera…en la ventana. – Cogió aire ya más tranquila. Tenía los nudillos blancos así que le quité la sartén de la mano– Tenía un cuchillo, y me sonrió mientras que hacía como si lo clavase. Yo cogí la sartén y me puse aquí y él abrió la puerta no sé como y se fue. – Me miró. – Tenemos que llamar a la policía. – Se levantó y fue al salón a los pocos segundos la oí hablar con la policía mucho más serena.

 Increíble, ¿quién nos haría algo así? ¿Y por qué? Si acabábamos de llegar. Ni siquiera conocemos a nadie. Me dirigí a la puerta para ver si había algo. En el felpudo había una cajita de cristal con una flor dentro. La cogí del suelo y miré por si había algo más, pero solo estaba la cajita. En ese momento me acordé de Ángelo. Dejé la caja en una mesita del pasillo.

 -¡Ángelo! – Exclamé mirando hacia la calle. Un ruido en los arbustos. Estaba a punto de cerrar la puerta de golpe cuando salió Ángelo de entre las hojas. Lo recogí y me eché a reír en voz baja. – Parece que te gustan los arbustos, y que quieres matarme de un ataque al corazón.

 Fui al salón donde se encontraba mi madre sentada. Ángelo saltó de mis brazos y se subió al lado de mi madre que comenzó a acariciarlo mecánicamente.

 -He llamado a la policía, llegaran dentro de cinco minutos. Debería hacer algo de café. – Dijo levantándose. Le puse una mano en el hombro y la empujé hacia el sofá. - ¿Pero qué...?

 -Tu siéntate, ya haré yo el café. ¡Ah!, se me olvidaba. He encontrado una cosa fuera, en el felpudo. – Exclamé. ¿Dónde la había dejado? Así. En la mesilla del pasillo. Salí a cogerla pero ya no estaba ahí. Espera un momento yo la dejé ahí. Estoy segura. Oí pasos a mi espalda. Era mi madre.

 -¿Te encuentras bien? – Me pregunto preocupada. Sacudí la cabeza. No podía ser. Yo la había dejado ahí. Solo salí un momento para recoger a Ángelo en el jardín. Me recorrió un escalofrío. No. Era imposible que hubiese entrado, cogido la cajita y salido por la puerta mientras que yo estaba en el jardín, a tan solo unos pasos de él, habría hecho algún ruido. – ¡Carol! Estas muy pálida. Entra en casa y siéntate, ahora te traigo un vaso de agua. – Y salió del salón.

 Estaba sentada en el sillón todavía conmocionada. Había tenido a alguien que se había colado en mi casa, que podría ser un asesino detrás de mí. Ángelo se subió encima de mí y empezó a restregarse y mirarme con esos ojos. Yo lo acaricié pensando en la suerte que había tenido de que solo fuese a coger la cajita y no a hacerme cualquier cosa. Me estremecí. Mi madre entró en el salón con un vaso de agua que me tendió para que me lo bebiese. Cuando terminé de beber me abrazó.

 -No pasa nada cariño. No te preocupes. Vamos a estar bien. La policía lo encontrará.- Pero no lo dijo convencida. - ¿Qué era eso que encontraste y me querías enseñar? ¿Cariño?, Te has puesto pálida otra vez.

 No sabía que decirle. Si le decía que el tipo ese volvió a entrar en la casa, sería capaz de hacer las maletas e irnos otra vez a vivir con Raúl. No me importa vivir con mi padre pero ya tengo planes hechos aquí y no iba a dejar que un tipo al que se le ha ocurrido venir a esta casa este día en concreto me echase de aquí, así que decidí callármelo. 
-No es nada, pensé que había visto algo, pero eran las sombras que hacen las ramas de los árboles. –Contesté tranquila. No iba a dejar que nadie me arruinase nuestra nueva vida. Mi madre se relajó considerablemente.
 -No te preocupes cariño, es que estamos muy nerviosas por eso vemos cosas donde no las hay. – Pero se equivocaba. Yo sabía muy bien lo que había visto.



 Casi me pilla la chica, de no ser por el gato ese me hubiese visto. Iba deprisa por la calle pero sin correr, no quería que nadie se fijase en mí. A dos manzanas estaba el coche aparcado. Subí y puse el coche en marcha pero no me fui, quería que la policía pasase por delante de mía, si me los cruzaba ahora igual me hacían parar. Prefería esperar. Aunque no es como si pudiesen inculparme en nada. No tenía pruebas que me incriminasen. Además, ¿quién creería que yo iría por ahí amenazando a los nuevos vecinos? Sería muy descortés por mi parte. Me eché a reír y encendí un cigarrillo. Entonces me acordé de la flor y la risa se me atascó en la garganta. Fue muy estúpido por mi parte llevar eso conmigo, y más estúpido fue que se me cayese. Maldición. Ahora tendría que acercarme mucho más a la chica para enterarme de lo que sabe. Aunque dudo mucho que solo con eso logren saber quién soy. Ya oía las sirenas a lo lejos. Me recosté tranquilo en el asiento. Todo iba bien, solo que el plan iba a durar un poco más de lo normal. Además, esto le daba un toque interesante ya no sería tan aburrido. Sonreí. -Muy, pero que muy interesante. – Murmuré acordándome de la chica. Los coches de policía pasaron junto a mí y ni siquiera me dedicaron un solo vistazo. Perfecto. Arranqué y me perdí entre las calles.

martes, 13 de marzo de 2012

Capítulo 1

<Never was and never will be. Have you no shame? Don't you see me?> La música de Evanescence me acompañaba en este viaje de ocho horas hasta el que iba a ser mi nuevo hogar. 


Intenté mostrarme al principio del viaje feliz por mi madre pero a las dos horas me fue imposible seguir manteniendo mi sonrisa, así que me puse la música y me entregué al sueño. Al menos así fue hasta que recibí el séptimo mensaje del día. Geoffrey otra vez. 


 “Cariño fue un error, perdóname, yo no quería pero tu amiga llevaba unas copas de más y se me tiró encima. Lo siento tanto… ¿Sabes que te quiero no? Sabes que jamás podrá apagarse en mi la llama de tu amor. Te quiero.” 


Típico de él, echarle toda la culpa a Amanda, que también tiene la culpa, pero al menos ella no va diciendo por ahí que es solo culpa de él. Y ¿qué es eso de poner al final un trozo de un poema de Bécquer?, como si se lo hubiera inventado él. Creo que nosotras no nos damos cuenta de con qué tipo de chicos salimos hasta que cortamos con él. Cuando empecé a salir con él pensé que sería lo mejor que me pasaría en toda mi vida, después de todo él era todo lo que yo podía pedir en un chico, guapo, listo, gracioso… y ahora que hemos terminado te das cuenta de que no era tan guapo ni tan listo ni tan nada. Solo era como yo quería que fuera, lo idealicé tanto que al final no me di cuenta de que no me quería y de que ligaba con Amanda delante de mis narices. Así que supongo que yo también tengo parte de la culpa. 


Pero se acabo el compadecerse de mis desastres amorosos, hoy comienzo una nueva vida. Nueva “ciudad”, nuevo instituto, nuevos amigos, y por supuesto, nuevos chicos. Hay que ser positiva. Así que después de contestar al mensaje con un “¡Que te den!” me volví hacia mi madre y le pregunté cuanto faltaba para llegar.


 -Ya casi estamos. Pasamos por la casa de Carmen a recoger las llaves y en quince minutos estamos ahí.


 Carmen es una amiga de mi madre. Fue ella la que le aconsejó a mi madre de cambiar de aires, y la que le vendió la casa en el pueblo ya que decía que era demasiado “simple” para su familia. Con 45 años, tres hijos y un marido calvo y gordo se creía la reina del mambo y nunca nada era suficiente para ella. 


 -Ahhh, genial,… ¿Tengo qué entrar a saludar a la vieja bruja? 

-¡CAROLINA! ¡No me puedo creer que hayas dicho eso! Gracias a ella tenemos una casa preciosa donde vivir.

-Sí, eso es lo que pensamos, pero todavía no la hemos visto. Adivina lo que nos habrá encasquetado.

-…

-¿Qué pasa?¿No te habrás enfadado, verdad?

-…

-Venga que solo era una broma, no te enfades… Seguro que la casa es preciosa y sino lo es no te
preocupes, que yo estaré todo el rato como tu haces diciendo “¡Ves!¡Te lo dije!” – Dije imitando su voz.

 -¡Carolina!- Dijo mi madre sonriendo.

-Vamos si te estás riendo. ¿A que ya no estás enfadada?

-Sí que lo estoy y mucho, pero ya hemos llegado- Dijo mientras que bajaba y me daba un beso.

-Si en realidad no te puedes enfadar conmigo ¡soy irresistible!

-Ya, lo que tu digas, pero no tientes tanto a tu suerte.-Y empujándonos fuimos a llamar a la puerta.


 La casa era, bueno, era enorme. Parecía una mansión de esas de siglo XIX, con porche y todo, casi esperaba ver a Keira Knightley salir en cualquier momento de la casa. Lo que más me gustaba era el jardín, con un montón de rosales de diferentes colores. Era precioso. En ese momento note como una picazón en el cuello como si me estuvieran mirando y me giré para mirar a mi alrededor pero no había nadie. 


 -¿Te pasa algo?- Me preguntó mi madre preocupada.- Te has quedado muy pálida de repente. 

-No, no es nada, no te preocupes.- Le dije sonriéndola.


 Justo cuando subíamos las escaleras del porche Carmen abrió la puerta. <Debió de ser ella la que me miraba> Me dije nerviosa. O al menos eso esperaba. 


-¡Rocío!- Así se llama mi madre- ¡Qué pronto llegas!¡No me ha dado tiempo a arreglar la casa, está hecha un desastre! – Dijo mientras nos conducía al interior. 


 El recibidor tenía una gran alfombra persa de color rojo que a mi madre le encanta, y un aparador de madera con un espejo y un jarrón chino que parecía carísimo y que siempre que paso por su lado me da miedo tropezar y romperlo. Dos cosas estaban claras cuando entramos por la puerta y vimos la casa. La primera era que la casa estaba reluciente y recién limpiada. La segunda es que estoy segura de que ella no la limpió. Creo que Carmen no ha cogido un trapo de limpiar en su vida. 


 Mi madre la conocía desde el instituto y no sé como la sigue aguantando. Hija de un padre político y siendo su madre una eminente cirujana, desde la infancia se le colmó de caprichos. En el instituto siempre era la reina del baile y la más popular porque, hay que decirlo, es muy guapa. Alta y delgada con el pelo rubio y los ojos azules parecía una princesa, y el tiempo no la ha tratado nada mal. Ni el botox. 


 -No te preocupes Carmen, tienes la casa excelente como siempre. ¿Es ese un reloj Kienzle? Es precioso. - Si hay algo que mi madre adore son las antigüedades y a Carmen le encantaba pavonearse de sus nuevas adquisiciones.


 -Claro querida, sabía que te gustaría. Me lo compró Gregory la última vez que fue a Alemania. Es del siglo XIX hecho de manera artesanal con madera de ciprés. 


El reloj era realmente bonito con un tallado floral que recorría toda la caja. Era de color oro, con pequeñas estrellitas entre las flores. En la esfera blanca se podía leer una inscripción en alemán, pero como yo no tenía ni idea de alemán decidí preguntárselo a la especialista, de algo debía servir que mi madre fuese anticuaria y supiese alemán. 


-Mamá, ¿qué significa la inscripción que hay en la esfera? 


-Umm, a ver… “Nútze die Zeit” significa “aprovecha el tiempo” ¿qué curioso no? 

-Encantador. – Dijo Carmen molesta porque la hubiésemos interrumpido mientras hablaba. Estaba por apostar todo mi dinero a que no se había dado cuenta de que su “precioso” reloj tenía una inscripción.- Bueno sentémonos y os explico cosas de la casa…- Se interrumpió de repente por el sonido de alguien bajando por las escaleras a toda velocidad. -¡No me lo puedo creer! – Gritaron a la vez dos niñitas exactamente iguales - ¡Carol! –Y se tiraron a mis brazos. -¡Clary!¡Dakota! – Exclamé abrazándolas y dándoles besos – Cada día estáis más grandes y más guapas.


Y era toda la verdad. De once años de edad las gemelas eran preciosas con el pelo rubio y los ojos azules de su madre y el cabello rizado de su padre – antes de quedarse calvo claro. – parecían dos ángeles. Era casi imposible diferenciarlas salvo por un pequeño hoyuelo que Dakota tenía en la barbilla y Clary en las mejillas. Miré a mi alrededor esperando ver a Jason, el hijo mayor de Carmen, pero no estaba.


 -¿Y Jason dónde está? – Le pregunte a las gemelas. 

-Se fue hace poco porque volvió a discutir con mamá que no quiere que siga tocando la guitarra ni que se vista de negro. A nosotras nos encanta como toca la guitarra pero mamá dice que esa música la inventó el diablo. – Me respondió Dakota mientras Clary que siempre ha sido la más callada asentía.


Jason tiene diecisiete años y toca en un grupo de Rock con unos amigos por los bares o en fiestas. Tiene un estilo gótico y a diferencia de sus hermanas tiene el pelo negro y los ojos azules. Es muy guapo y eso es parte de que el grupo tenga cierta fama entre las chicas, pero las pobres no saben que nunca tendrán una oportunidad ya que es gay. Me lo contó el año pasado cuando vinimos una semana de vacaciones y su madre no paraba de intentar emparejarnos, así que me dijo que era gay pero que todavía no se lo había dicho a su madre porque sabía que se iba poner histérica y no le apetecía oírla. 


 -¡Ay Dios mío! Ese niño me va a enterrar. Con lo dulce y bueno que era de pequeño. Son esos amigos que van con él, que son una mala influencia. Mi madre que en ese momento estaba saludando a las gemelas le defendió.

 -Hombre, yo no creo que halla cambiado. Es un chico muy dulce y muy educado siempre que habla conmigo. Lo único que ahora toca en un grupo.

 -¿Pero tú sabes la música qué toca? Es diabólica y por más que le digo que deje ese grupo él sigue a lo suyo. Y viene tardísimo a casa y se marcha muy pronto, solo esta un rato con sus hermanas y a mi no me hace ni caso. -Mi madre y yo nos miramos por encima de las cabezas de las gemelas pensando lo que tenía que aguantar Jason casi todos los días, normal que se pasase tan poco por casa.

 -Bueno, está a punto de ir a la universidad y está sometido a mucha presión. Tu dale tiempo.- Dijo mi madre.

 -Veremos si va a la Universidad con lo vago que es.- De repente se giró y me miró con los ojos entrecerrados.- ¿Y a ti no te gusta mi hijo? Tal vez si sale contigo cambie de nuevo.


 Yo miré a mi madre espantada en busca de ayuda. Ella sabía que Jason era gay y era la única capaz de quitarle alguna idea de la cabeza a Carmen. 


 -No creo que sea buena idea meterles ahora en una relación. Mi hija acaba de cortar con su novio y no está de humor para salir con otro chico. Además, sabes que ellos solo se ven como amigos, casi como hermanos. 

 -Si lo sé, lo sé, me hice a la idea el año pasado. Pero una nunca pierde la esperanza.

 -No, no, no. Carol no va a salir con nuestro hermano.- Dijo Dakota. Carmen las miró frustrada y les dijo: -¿Y eso porqué?¿Por el estúpido sueño que tuvo Clary? Lo que pasa en los sueños no es de verdad, no tiene porque ser así.

 -¿Qué sueño?- Pregunté.

-Díselo Clary. Dile lo del tío bueno y ella besándose.- Dijo Dakota. La madre la fulminó con la mirada y Dakota se escondió tras mi madre y animó a Clary con la mirada. Clary me miró avergonzada. Yo la sonreí para animarla a continuar. Eso pareció armarla de valor.

 -La otra noche soñé que tu ibas caminando por la playa con un vestido y de repente el cielo se llenaba de nubes y empezaba a llover. Tu salías corriendo para ponerte bajo el porche de una caseta pero a medio camino levantaste la vista, y cruzaste la mirada con un chico guapísimo. Tu le sonreías y te echabas a llorar, entonces el sonrió, te abrazó y te llevó bajo el porche para que no te mojases. Tu le miraste y le besaste.- Me miró otra vez ruborizada.- Mucho.- Y se ruborizó más.


 Yo estaba flipando y no sabía que decir. De repente me fijé en que todos me estaban mirando y me ruboricé. Hacía años que no me ruborizaba por nada, pero esto… no me lo esperaba. Corto con mi novio y ahora una niña me dice que me voy a liar con un chico en una tormenta. Imposible. Traté de sonreírla para que viese que no me había enfadado. 


 -No te preocupes. Seguramente habrás visto esa escena en una película y luego lo soñaste, solo que conmigo en vez de con la actriz que salía en la película. 

 -Eso es lo que decía mamá- Dijo Dakota.- Pero es imposible, mamá no nos deja ver ese tipo de películas. Además el chico era muy guapo. Clary dijo que tenía el pelo oscuro y los ojos verdes. Y que era muy alto, porque para besarte te tuvo que levantar del suelo y apoyar en la…

 -¡Ya basta! Estas niñas, no sé de dónde lo habrán sacado.- Dijo Carmen mirándonos a mi madre y a mí.- Llevan así como cinco días. Y no sé que decirles para que lo olviden.

 -No te preocupes.- Dijo mi madre que estaba igual de impresionada que yo.- A esta edad las niñas tienen mucha imaginación.


 Yo en ese momento no les estaba prestando atención. Me estaba intentando imaginar al chico ese, y no me costó nada ya que siempre me había gustado los chicos con el pelo oscuro y los ojos verdes. Así que ahí estaba yo, en medio del salón de Carmen imaginándome a un chico que estaba buenísimo con dos niñitas mirándome y mi madre, más disimulada, mirándome también. Entonces Dakota le dio un codazo a Clary, que vino donde mí y me tiró de la manga para que me agachase. 


 -El lunar lo tenía debajo del ojo izquierdo.- Me dijo.- No del derecho.- Y se alejó con su hermana. 


 Yo con los ojos abiertos como platos las miraba jugar con unas muñecas en el suelo. ¿Cómo sabían que el chico que me estaba imaginando tenía un lunar bajo el ojo? Vale, esto se está poniendo muy raro. De repente noté otra vez la picazón, pero no había nadie mirándome. Asustada miré hacia todos los lados sin ver nada. Entonces paró, tan rápido como había empezado. Me rasqué detrás del cuello. ¿Qué estaba pasando? Escuché la puerta de la entrada abriéndose y cerrándose. Era Jason. Lo sabía por el ruido que hacían sus pies en la alfombra. Se que es un poco raro conocer quien viene por como anda pero Jason era fácil de reconocer ya que siempre iba arrastrando los pies. 


 -Este chico, le tengo dicho que no arrastre los pies por las alfombras. Me las destroza todas. 


Carol!¡Rocío! – Dijo mientras nos daba un abrazo y me decía al oído-. Cada día estas más guapa


No me extrañaba que me dijese eso porque ni me sonaba raro, porque como dijo mi madre éramos como hermanos. Le sonreí pícaramente. 


 -Eso se lo dirás a todas ¿no? 

 -Depende – Dijo sonriéndome, para nada cohibido -. de si tienen una sonrisa tan bonita como la tuya o no.

 -¡Ey! – Gritó Dakota enfada-. No puedes ligar con ella. Ya te dijimos que se va enamorar de otro chico. Ya has perdido tu oportunidad.

 -¿Ya te lo han dicho? – Dijo mirándome con una sonrisa.

 -Si, me lo han contado absolutamente todo, desde lo de la playa hasta lo de la pared de la caseta en la que…

 -Jajaja, no me lo digas, esas cosas mejor que las dejes para tus amigas – Dijo avergonzado.

 -Bueno, bueno, lo que tu digas.

 -Así que ya sabes Jason, tienes que pensar en gente que conoces que tengan los ojos verdes y el pelo marrón. Ah, y que tengan un lunar debajo del ojo izquierdo.- Dijo Dakota mientras Clary asentía.

 -Vale, vale lo que vosotras digáis. – Dijo mientras las daba una beso a cada una en la cabeza -. Bueno, me voy que solo he venido a veros y a dejar la guitarra y me están esperando fuera. Ya nos veremos por ahí Carol. Adiós Rocío.

 -Adiós cariño. Y come un poco más que estas muy delgado – Le dijo mi madre seria mientras él se reía y se iba. La verdad es que Jason es un chico del que te podrías enamorar sin ni siquiera conocerlo, pero en cuanto lo conocías estabas perdida. Yo ya estaba medio enamorada de él cuando me dijo que era gay. La verdad es que es una pena para todas las mujeres.

 -Que tarde se nos ha hecho, los de la mudanza deben de estar al caer – Dijo mi madre, y era verdad llevábamos casi dos horas aquí -. ¿Tienes las llaves de la casa?

 -Claro querida, toma.- Dijo Carmen mientras le daba las llaves a mi madre y nos daba dos besos -. ¿Seguro que lo tenéis todo?- Dijo mientras nos despedíamos de las gemelas y salíamos por la puerta.

 -Si que lo llevan todo mamá no te preocupes – Dijo Clary, y luego dijo mirándome -. No tendrás que buscarlo, él te encontrará a ti.- Y cerró la puerta.


 Miré a mi madre que seguía mirando la puerta extrañada, pero se encogió de hombros y fue hacia el coche. Arrancamos y me puse la música para reflexionar un poco en lo que había pasado. Clary no solía mentir, eso era más el trabajo de Dakota, pero lo que me ha contado es tan extraño que me cuesta creer que se lo hayan inventado. Pero es del todo imposible que Clary vea el futuro y tenga premoniciones. Lo más seguro es que vieran esa escena en una película y la soñasen. Si, probablemente fue eso. Entonces, ¿por qué no sonaba convencida? Sacudí la cabeza. Debe de ser por el viaje y eso de cambiar de casa por lo que pensaba esas cosas. Así que me propuse dejar de pensar en ello, además ya estábamos llegando al pueblo. En ese momento una moto pasó por mi lado de la ventanilla y casi choca con nosotras. Mi madre se volvió medio loca dándole al claxon. El motorista levantó la mano como pidiendo perdón. Pero eso a mi madre no le bastaba. 


 -Menudo suicida. Casi nos lo llevamos por delante. Menos mal que lo vi por el espejo si no chocamos con él. – Dijo medio histérica. 


-Tranquila mamá no hemos chocado con él al final lo vimos ¿no? Pues ya está. Además ha levantado la mano pidiendo perdón, se ha dado cuenta de que la culpa ha sido suya. 


 -Ahora le defiendes. – Me dijo fulminándome con la mirada - . Como te vea en la moto de algún chico te vas a buscar un problema. Uno bien gordo. 


 -Lo que tu digas mamá. – Dije poniendo los ojos en blanco. 


 -Si, tu tómatelo a risa. Ya verás cuando estés castigada sin salir como no te ríes tanto. – Dijo mientras tomaba el desvío a la que iba a ser nuestra nueva calle.- Haz algo de provecho y busca el número 127.


 Las casas de esta calle eran todas exactamente iguales salvo por el buzón y algún que otro enanito de jardín. Entonces la vi. La única diferente. Y debo decir que me encantó a primera vista, aunque nunca lo admitirá delante de mi madre. Es más pequeña que las demás de la calle, pero tenía su encanto y además solo íbamos a vivir en ella dos personas. El exterior de la casa estaba pintado de azul claro y tenía un pequeño porche con dos sillas y una mesita de mimbre. El tejado acabado en forma de pico y de color blanco era lo que la hacía más diferente de las demás que o eran más modernas o no tenían el techo de de ese color. Tenía dos pisos y un caminito de piedra atravesaba el jardín hasta el porche. Mi madre se giró hacia mi sonriendo. 


-¡Ves!¡Te lo dije! Es preciosa, no me digas que no porque te lo he notado en la cara cuando has bajado del coche. 


 -¡Vale! Tenías razón. La casa es muy bonita y me encanta. Pero vamos a ver si nos gusta tanto por dentro.


 Cogimos las maletas del coche y fuimos hacia la casa. A medio camino note ese picor en el cuello al que ya me estaba acostumbrando. Mire a mi alrededor aun sabiendo que no encontraría a nadie. Podría ser algún vecino curioso que estuviese mirando en ese momento a través de su ventana. 


 -¿Carol? ¿Vamos? 

-Claro, vamos. – Dije yendo hacia la puerta. 


 La casa por dentro era moderna pero sencilla. En el salón había un par de sofás en forma de L, una mesa alargada de madera, encima de la cual había un florero de cristal con unas lilas, con cuatro sillas también de madera de aspecto robusto y con el respaldo alto. Nos íbamos moviendo por la planta baja en la que estaban el salón, la cocina, un baño y el dormitorio principal. Este tenía una cama enorme con un cabezal antiguo con flores talladas que a mi madre la encantó, y una cómoda y un armario a juego con la cama. Mi madre no paraba de hacer ruiditos de felicidad y comentarios del tipo ¿Has visto que bonito?¿Y esto? Menuda cucada. Así que me escabullí y fui a ver lo que había en la planta de arriba. Era más pequeña que la de abajo, con un pequeño cuarto de baño y dos dormitorios. No me costó decidir con cual quedarme, ya que una tenía un pequeño balcón que daba a un lateral de la casa que tenía unos rosales debajo en los que no me había fijado antes.


 -Puede que no esté tan mal cambiar de aires. – Me dije asomándome al balcón. En ese momento parecía que nada iría mal, que todo iría a mejor.


 Oí el timbre en la planta baja y a mi madre gritar ¡Voy! Debían de ser los de la mudanza con las cosas de la cocina y el baño y algunos armaritos. La verdad es que no habíamos traído gran cosa. La mayoría de las cosas se las dejamos a mi padre. Había sido un divorcio, por decirlo de alguna forma, amistoso. No hubo peleas ni discusiones por el dinero, se siguen hablando e incluso se llevan bien. Mis padres eran amigos desde la infancia y, bueno, un día tuvieron un descuido y llegue yo. Se casaron en cuanto supieron que mi madre estaba embarazada, pero a pesar de que se querían mucho no se amaban y eso acabó por romper la relación diecisiete años después. 


 -¡Carol! Baja un momento. –Me gritó. 


 -¡Ya voy! – Contesté bajando las escaleras. Me la encontré al pie de estas mirándome con ojos suplicantes. ¡Oh, oh! – me dije – esto no puede significar nada bueno. ¿Y yo antes había dicho que nada podía ir mal? Obviamente me equivocaba. 


 -Por favor, ¿puedes ir al supermercado a comprar comida para esta noche?


 Lo sabía. Sabía que me había equivocado.

Prólogo

Hola, me llamo Carolina, pero mis amigos me llaman Carol, y creo que me estoy volviendo loca. Si, en serio, no es broma. Desde hace unos días creo que me observan es como si alguien me siguiese entre las sombras. Lo se, es imposible, pero se lo que me digo. No siento que esté en peligro y eso es lo más raro de todo, es como si esa persona me estuviese vigilando pero no se ni quien es ni porque lo hace. Espero que no sea un psicópata ya era lo último que me faltaba.

Tengo diecisiete años y mis padres se acaban de divorciar. Acabo de irme a vivir a un pequeño pueblecito en la costa con mi madre, ya que mi padre no es que estuviese muy entusiasmado de cuidar a una adolescente pero aun así nos vemos de vez en cuando. He dejado en la ciudad, a mis amigas y a mi ''novio'' o lo que sea que fuese, ya que el día antes de irme se enrolló con mi mejor amiga ¿fuerte no? Lo peor de todo es que me dijo que salió conmigo para estar más cerca de Amanda que no me acercaba ni de lejos a la belleza rubia que tenía como mejor amiga. Eso me dolió ya que no es que tenga mucha confianza en mi misma y en ese momento destrozó la poca que me quedaba. Mido 1,60 y tengo el pelo caoba ondulado, no estoy delgada como esas chicas que salen en todas las revistas ni soy una belleza, mas bien me considero del montón.

 Pero volvamos al principio, mis padres se divorcian, mi novio me deja por mi mejor amiga el día antes de irme, me mudo a un pueblo costero pequeñísimo con mi madre y encima me persigue alguien... ¡VIVA!

 No se que será lo próximo pero tengo la sensación de que no será nada bueno.

Pequeño relato

¡Joder! ¡Ya basta! Basta de tanta palabreria inutil que lo unico que hace es que perdamos tiempo... tiempo de caricias, de besos, de abrazos, de holas, y de adioses.. Sí, adioses, porque nada dura para siempre, todo se acaba, ya sea con la muerte de nuestros cuerpos o de nuestro cariño.
Por que algún día conoceremos a otra persona que nos deje por los suelo, que haga que lo que sentimos juntos no valga la pena a su lado... o puede que no. Espero el dia en que nos atrevamos, porque pase lo que pase eso siempre nos quedará en el recuerdo de nuestros amores pasajeros o duraderos, de una noche o de toda una vida,... Por que el amor aunque no sea amor nunca se olvida.

Para siempre

Hay un momento en la vida de toda persona en que nos damos cuentas de que tu tiempo se ha agotado. GAME OVER. Tu partida ha terminado, no puedes meter más dinero. Como cuando te diagnostican una enfermedad sin cura, o cuando pierdes a un familiar muy importante para ti. La causas dependen del tipo de persona a la que le ocurra.

¿Cuándo descubrí yo que no me quedaba tiempo?¿Qué el resto de tiempo, aunque continuara respirando, mi vida no valdría nada? Lo supe cuando unos ojos del color del whisky me devolvieron la mirada en aquella fiesta. A pesar de que no la conocí supe que iba a ser mi perdición. Que en algún momento la perdería y eso nos mataría a los dos.

Aun cuando supe que lo nuestro seria el final también fue el principio. La primera vez de miradas cómplices. La primera vez de abrazos. De besos. De caricias en la oscuridad de la noche. Todavía recuerdo el día que le regalé el cuaderno. Era un cuaderno normal, con las tapas de cuero y su nombre de título en letras doradas. Le dije que escribiera en el cada momento en que el corazón le latiera tan deprisa que fuera a salírsele del pecho. Nos reímos cuando dijo que necesitaría más cuadernos.

Pasaron los años y nuestro amor aumentaba. Pero en mi corazón notaba una sensación de pérdida. Algo iba a pasar. Cada día cuando nos despedíamos le decía cuanto la amaba. Estaba preocupado. La única cosa que podría causar un vacío tan intenso en mi, sería perderla. De vez en cuando me paraba a pensarlo y no dormía. Ella me preguntaba la razón, pero yo la contestaba que no era nada. Pero al final pasó.

Se fue tal y como vino. Suave y dulce. Durmiendo. Dos meses antes le diagnosticaron una enfermedad grave. Los dos supimos que no nos quedaba tiempo. Esos meses los pasamos recolectando recuerdos para nuestra ausencia. El día en que se fue decidimos quedarnos juntos en casa. “Sabes que nos volveremos a ver ¿no? Que aunque pasen los años siempre te esperaré donde sea que vaya.” Después de decirnos te amo, nuestros labios se rozaron por última vez.

Lancé sus cenizas al mar, junto con las del cuaderno de corazones, como ella lo había bautizado. “Quiero ser libre. Quiero mecerme entre las olas y viajar a través del mundo mientras te espero. Y de mientras podré recordar todos nuestros momentos escritos en el cuaderno. Así nunca nos separaremos.”

Mi vida después de su muerte fueron un montón de días que solo notaba por las arrugas y las canas que me salían. Era como una nota desafinada dentro de una canción que era la vida. Estaba en ella pero había perdido el ritmo de mi canción.

 Viajé por el mundo como ella. Viajé a millones de sitios. En algunos me quedaba unos años, en otros tan solo unos días. Almacenaba recuerdos y emociones para cuando nos reencontráramos poder contárselos. Donde más tiempo me quedé fue en Escocia. Permanecí allí los últimos cinco años de mi vida. Me pasé veinte años viajando por lugares tan hermosos que enamorarían el corazón de cualquier pintor. Pero Escocia conquistó mi corazón como lo hizo ella. Salvaje e independiente, pero dulce al final. Sabía que ella también se habría enamorado de este lugar al igual que lo hice yo. Todo me recordaba a ella. Desde las suaves colinas recubiertas de brezo, hasta la niebla imponente que te impedía ver su belleza.

 A mis cincuenta y cinco años mi vida llegó a su fin. No estaba asustado. Mi vida terminó hace veinticinco años cuando ella desapareció. Supongo que debería dar las gracias por los doce años que pude pasar a su lado pero solo fueron un suspiro para mí. Por lo único que continué mi vida y no me uní a ella fue porque sabía que ella no lo aceptaría. Ella querría que continuase con mi vida. Que viviese. Que cumpliera mis sueños. Pero yo ya no tenía sueños. Mi único sueño fue , es y será ella. Durante toda mi existencia.

 Mientras exhalaba mi último aliento en lo único que podía pensar era en sus ojos color whisky y en su largo cabello rojo. En su pícara sonrisa. Nada había cambiado en ella. Seguía tan hermosa como al principio. ¿Y yo? Contemplé mi cuerpo. Había vuelto a ser el joven que era entonces. Como cuando nos conocimos. Como cuando nuestros corazones empezaron a latir en la primera mirada.

 Vi como extendía la mano hacia mí. Cuando nuestras palmas se tocaron, cuando nuestros cuerpos se rozaron, cuando nuestros labios comenzaron a danzar y nuestros corazones latía a unísono, por primera vez en tanto tiempo nos sentimos completos. Sin separar nuestros cuerpos comenzamos a andar hacía lo desconocido. Pero ya no había miedo. Ni tristeza. Solo ella y yo. Ella y yo para siempre.

Medianoche, Claudia Gray

Uno de los libros que ha arrasado en España. Primera parte de una serie de cuatro libros. Siguen Adicción, Despedida y Renacer. Aquí os dejo la ficha ;)

Título: Medianoche.
Autor: Claudia Gray.
Editorial: Montena.
Colección: Ellas.
Serie: Medianoche.
IBSN: 978-84-8441-445-2
Nº de páginas: 358
Precio: 13,95 
Encuadernación: Tapas blandas.
Edad recomendada: 15 años.
Fecha de publicación: Febrero 2008

Sinopsis: Un internado donde nada es lo que parece. Dos jóvenes atraídos por una fuerza magnética. Un secreto oscuro y peligroso.
Y una única certeza: entregarse al amor es jugar con fuego...






OPINIÓN:
Un libro que ha creado mucha polémica entre los seguidores de los libros de vampiros, por su "supuesto" parecido con Crepúsculo. En mi opinión es un libro que merece la pena leer. La relación entre Bianca y Lucas te engancha desde un primer momento, ya que a pesar de que Bianca no le puede contar sus secretos a Lucas (que se va a transformar en vampiro muy pronto), él tampoco puede contarle los suyos (que trabaja como cazavampiros en una sociedad llamada la Cruz Negra), cuando estos salen a la luz su relación continua a pesar del odio que se deberían profesar entre si. Es decir, el amor triunfa ^^. La verdad es que yo no le encontré ningún parecido con Crepúsculo, quitando lo de el amor imposible que es típico de muchos libros de esta temática. La escenas Bianca-Lucas os arrancaran tanto suspiros como sonrisas. Un libro de vampiros que aunque no se convierta en uno de tus favoritos merece la pena leer.

Aquí os dejo un vídeo basado en el libro y un fragmento del libro. ¿Qué os parecen?



<<Lucas me estrechó contra su pecho con tanta fuerza que apenas pude respirar. Fue un beso profundo y lento, impetuoso y delicado, mil veces distinto. Perfecto en todas sus facetas.
Se me cayó la chaqueta de los hombros y mis brazos quedaron expuestos al aire. Deslizó las manos por mi espalda para protegerme del frío nocturno y sentí sus palmas en mis omóplatos y sus dedos en mi columna. Lucas me besó en la boca, en las mejillas, en la oreja, en el cuello.
-Bianca -dijo en un dulce susurro que sentí en la piel. Los labios de Lucas rozaban mi cuello-. Deberíamos parar.>>