martes, 13 de marzo de 2012

Capítulo 1

<Never was and never will be. Have you no shame? Don't you see me?> La música de Evanescence me acompañaba en este viaje de ocho horas hasta el que iba a ser mi nuevo hogar. 


Intenté mostrarme al principio del viaje feliz por mi madre pero a las dos horas me fue imposible seguir manteniendo mi sonrisa, así que me puse la música y me entregué al sueño. Al menos así fue hasta que recibí el séptimo mensaje del día. Geoffrey otra vez. 


 “Cariño fue un error, perdóname, yo no quería pero tu amiga llevaba unas copas de más y se me tiró encima. Lo siento tanto… ¿Sabes que te quiero no? Sabes que jamás podrá apagarse en mi la llama de tu amor. Te quiero.” 


Típico de él, echarle toda la culpa a Amanda, que también tiene la culpa, pero al menos ella no va diciendo por ahí que es solo culpa de él. Y ¿qué es eso de poner al final un trozo de un poema de Bécquer?, como si se lo hubiera inventado él. Creo que nosotras no nos damos cuenta de con qué tipo de chicos salimos hasta que cortamos con él. Cuando empecé a salir con él pensé que sería lo mejor que me pasaría en toda mi vida, después de todo él era todo lo que yo podía pedir en un chico, guapo, listo, gracioso… y ahora que hemos terminado te das cuenta de que no era tan guapo ni tan listo ni tan nada. Solo era como yo quería que fuera, lo idealicé tanto que al final no me di cuenta de que no me quería y de que ligaba con Amanda delante de mis narices. Así que supongo que yo también tengo parte de la culpa. 


Pero se acabo el compadecerse de mis desastres amorosos, hoy comienzo una nueva vida. Nueva “ciudad”, nuevo instituto, nuevos amigos, y por supuesto, nuevos chicos. Hay que ser positiva. Así que después de contestar al mensaje con un “¡Que te den!” me volví hacia mi madre y le pregunté cuanto faltaba para llegar.


 -Ya casi estamos. Pasamos por la casa de Carmen a recoger las llaves y en quince minutos estamos ahí.


 Carmen es una amiga de mi madre. Fue ella la que le aconsejó a mi madre de cambiar de aires, y la que le vendió la casa en el pueblo ya que decía que era demasiado “simple” para su familia. Con 45 años, tres hijos y un marido calvo y gordo se creía la reina del mambo y nunca nada era suficiente para ella. 


 -Ahhh, genial,… ¿Tengo qué entrar a saludar a la vieja bruja? 

-¡CAROLINA! ¡No me puedo creer que hayas dicho eso! Gracias a ella tenemos una casa preciosa donde vivir.

-Sí, eso es lo que pensamos, pero todavía no la hemos visto. Adivina lo que nos habrá encasquetado.

-…

-¿Qué pasa?¿No te habrás enfadado, verdad?

-…

-Venga que solo era una broma, no te enfades… Seguro que la casa es preciosa y sino lo es no te
preocupes, que yo estaré todo el rato como tu haces diciendo “¡Ves!¡Te lo dije!” – Dije imitando su voz.

 -¡Carolina!- Dijo mi madre sonriendo.

-Vamos si te estás riendo. ¿A que ya no estás enfadada?

-Sí que lo estoy y mucho, pero ya hemos llegado- Dijo mientras que bajaba y me daba un beso.

-Si en realidad no te puedes enfadar conmigo ¡soy irresistible!

-Ya, lo que tu digas, pero no tientes tanto a tu suerte.-Y empujándonos fuimos a llamar a la puerta.


 La casa era, bueno, era enorme. Parecía una mansión de esas de siglo XIX, con porche y todo, casi esperaba ver a Keira Knightley salir en cualquier momento de la casa. Lo que más me gustaba era el jardín, con un montón de rosales de diferentes colores. Era precioso. En ese momento note como una picazón en el cuello como si me estuvieran mirando y me giré para mirar a mi alrededor pero no había nadie. 


 -¿Te pasa algo?- Me preguntó mi madre preocupada.- Te has quedado muy pálida de repente. 

-No, no es nada, no te preocupes.- Le dije sonriéndola.


 Justo cuando subíamos las escaleras del porche Carmen abrió la puerta. <Debió de ser ella la que me miraba> Me dije nerviosa. O al menos eso esperaba. 


-¡Rocío!- Así se llama mi madre- ¡Qué pronto llegas!¡No me ha dado tiempo a arreglar la casa, está hecha un desastre! – Dijo mientras nos conducía al interior. 


 El recibidor tenía una gran alfombra persa de color rojo que a mi madre le encanta, y un aparador de madera con un espejo y un jarrón chino que parecía carísimo y que siempre que paso por su lado me da miedo tropezar y romperlo. Dos cosas estaban claras cuando entramos por la puerta y vimos la casa. La primera era que la casa estaba reluciente y recién limpiada. La segunda es que estoy segura de que ella no la limpió. Creo que Carmen no ha cogido un trapo de limpiar en su vida. 


 Mi madre la conocía desde el instituto y no sé como la sigue aguantando. Hija de un padre político y siendo su madre una eminente cirujana, desde la infancia se le colmó de caprichos. En el instituto siempre era la reina del baile y la más popular porque, hay que decirlo, es muy guapa. Alta y delgada con el pelo rubio y los ojos azules parecía una princesa, y el tiempo no la ha tratado nada mal. Ni el botox. 


 -No te preocupes Carmen, tienes la casa excelente como siempre. ¿Es ese un reloj Kienzle? Es precioso. - Si hay algo que mi madre adore son las antigüedades y a Carmen le encantaba pavonearse de sus nuevas adquisiciones.


 -Claro querida, sabía que te gustaría. Me lo compró Gregory la última vez que fue a Alemania. Es del siglo XIX hecho de manera artesanal con madera de ciprés. 


El reloj era realmente bonito con un tallado floral que recorría toda la caja. Era de color oro, con pequeñas estrellitas entre las flores. En la esfera blanca se podía leer una inscripción en alemán, pero como yo no tenía ni idea de alemán decidí preguntárselo a la especialista, de algo debía servir que mi madre fuese anticuaria y supiese alemán. 


-Mamá, ¿qué significa la inscripción que hay en la esfera? 


-Umm, a ver… “Nútze die Zeit” significa “aprovecha el tiempo” ¿qué curioso no? 

-Encantador. – Dijo Carmen molesta porque la hubiésemos interrumpido mientras hablaba. Estaba por apostar todo mi dinero a que no se había dado cuenta de que su “precioso” reloj tenía una inscripción.- Bueno sentémonos y os explico cosas de la casa…- Se interrumpió de repente por el sonido de alguien bajando por las escaleras a toda velocidad. -¡No me lo puedo creer! – Gritaron a la vez dos niñitas exactamente iguales - ¡Carol! –Y se tiraron a mis brazos. -¡Clary!¡Dakota! – Exclamé abrazándolas y dándoles besos – Cada día estáis más grandes y más guapas.


Y era toda la verdad. De once años de edad las gemelas eran preciosas con el pelo rubio y los ojos azules de su madre y el cabello rizado de su padre – antes de quedarse calvo claro. – parecían dos ángeles. Era casi imposible diferenciarlas salvo por un pequeño hoyuelo que Dakota tenía en la barbilla y Clary en las mejillas. Miré a mi alrededor esperando ver a Jason, el hijo mayor de Carmen, pero no estaba.


 -¿Y Jason dónde está? – Le pregunte a las gemelas. 

-Se fue hace poco porque volvió a discutir con mamá que no quiere que siga tocando la guitarra ni que se vista de negro. A nosotras nos encanta como toca la guitarra pero mamá dice que esa música la inventó el diablo. – Me respondió Dakota mientras Clary que siempre ha sido la más callada asentía.


Jason tiene diecisiete años y toca en un grupo de Rock con unos amigos por los bares o en fiestas. Tiene un estilo gótico y a diferencia de sus hermanas tiene el pelo negro y los ojos azules. Es muy guapo y eso es parte de que el grupo tenga cierta fama entre las chicas, pero las pobres no saben que nunca tendrán una oportunidad ya que es gay. Me lo contó el año pasado cuando vinimos una semana de vacaciones y su madre no paraba de intentar emparejarnos, así que me dijo que era gay pero que todavía no se lo había dicho a su madre porque sabía que se iba poner histérica y no le apetecía oírla. 


 -¡Ay Dios mío! Ese niño me va a enterrar. Con lo dulce y bueno que era de pequeño. Son esos amigos que van con él, que son una mala influencia. Mi madre que en ese momento estaba saludando a las gemelas le defendió.

 -Hombre, yo no creo que halla cambiado. Es un chico muy dulce y muy educado siempre que habla conmigo. Lo único que ahora toca en un grupo.

 -¿Pero tú sabes la música qué toca? Es diabólica y por más que le digo que deje ese grupo él sigue a lo suyo. Y viene tardísimo a casa y se marcha muy pronto, solo esta un rato con sus hermanas y a mi no me hace ni caso. -Mi madre y yo nos miramos por encima de las cabezas de las gemelas pensando lo que tenía que aguantar Jason casi todos los días, normal que se pasase tan poco por casa.

 -Bueno, está a punto de ir a la universidad y está sometido a mucha presión. Tu dale tiempo.- Dijo mi madre.

 -Veremos si va a la Universidad con lo vago que es.- De repente se giró y me miró con los ojos entrecerrados.- ¿Y a ti no te gusta mi hijo? Tal vez si sale contigo cambie de nuevo.


 Yo miré a mi madre espantada en busca de ayuda. Ella sabía que Jason era gay y era la única capaz de quitarle alguna idea de la cabeza a Carmen. 


 -No creo que sea buena idea meterles ahora en una relación. Mi hija acaba de cortar con su novio y no está de humor para salir con otro chico. Además, sabes que ellos solo se ven como amigos, casi como hermanos. 

 -Si lo sé, lo sé, me hice a la idea el año pasado. Pero una nunca pierde la esperanza.

 -No, no, no. Carol no va a salir con nuestro hermano.- Dijo Dakota. Carmen las miró frustrada y les dijo: -¿Y eso porqué?¿Por el estúpido sueño que tuvo Clary? Lo que pasa en los sueños no es de verdad, no tiene porque ser así.

 -¿Qué sueño?- Pregunté.

-Díselo Clary. Dile lo del tío bueno y ella besándose.- Dijo Dakota. La madre la fulminó con la mirada y Dakota se escondió tras mi madre y animó a Clary con la mirada. Clary me miró avergonzada. Yo la sonreí para animarla a continuar. Eso pareció armarla de valor.

 -La otra noche soñé que tu ibas caminando por la playa con un vestido y de repente el cielo se llenaba de nubes y empezaba a llover. Tu salías corriendo para ponerte bajo el porche de una caseta pero a medio camino levantaste la vista, y cruzaste la mirada con un chico guapísimo. Tu le sonreías y te echabas a llorar, entonces el sonrió, te abrazó y te llevó bajo el porche para que no te mojases. Tu le miraste y le besaste.- Me miró otra vez ruborizada.- Mucho.- Y se ruborizó más.


 Yo estaba flipando y no sabía que decir. De repente me fijé en que todos me estaban mirando y me ruboricé. Hacía años que no me ruborizaba por nada, pero esto… no me lo esperaba. Corto con mi novio y ahora una niña me dice que me voy a liar con un chico en una tormenta. Imposible. Traté de sonreírla para que viese que no me había enfadado. 


 -No te preocupes. Seguramente habrás visto esa escena en una película y luego lo soñaste, solo que conmigo en vez de con la actriz que salía en la película. 

 -Eso es lo que decía mamá- Dijo Dakota.- Pero es imposible, mamá no nos deja ver ese tipo de películas. Además el chico era muy guapo. Clary dijo que tenía el pelo oscuro y los ojos verdes. Y que era muy alto, porque para besarte te tuvo que levantar del suelo y apoyar en la…

 -¡Ya basta! Estas niñas, no sé de dónde lo habrán sacado.- Dijo Carmen mirándonos a mi madre y a mí.- Llevan así como cinco días. Y no sé que decirles para que lo olviden.

 -No te preocupes.- Dijo mi madre que estaba igual de impresionada que yo.- A esta edad las niñas tienen mucha imaginación.


 Yo en ese momento no les estaba prestando atención. Me estaba intentando imaginar al chico ese, y no me costó nada ya que siempre me había gustado los chicos con el pelo oscuro y los ojos verdes. Así que ahí estaba yo, en medio del salón de Carmen imaginándome a un chico que estaba buenísimo con dos niñitas mirándome y mi madre, más disimulada, mirándome también. Entonces Dakota le dio un codazo a Clary, que vino donde mí y me tiró de la manga para que me agachase. 


 -El lunar lo tenía debajo del ojo izquierdo.- Me dijo.- No del derecho.- Y se alejó con su hermana. 


 Yo con los ojos abiertos como platos las miraba jugar con unas muñecas en el suelo. ¿Cómo sabían que el chico que me estaba imaginando tenía un lunar bajo el ojo? Vale, esto se está poniendo muy raro. De repente noté otra vez la picazón, pero no había nadie mirándome. Asustada miré hacia todos los lados sin ver nada. Entonces paró, tan rápido como había empezado. Me rasqué detrás del cuello. ¿Qué estaba pasando? Escuché la puerta de la entrada abriéndose y cerrándose. Era Jason. Lo sabía por el ruido que hacían sus pies en la alfombra. Se que es un poco raro conocer quien viene por como anda pero Jason era fácil de reconocer ya que siempre iba arrastrando los pies. 


 -Este chico, le tengo dicho que no arrastre los pies por las alfombras. Me las destroza todas. 


Carol!¡Rocío! – Dijo mientras nos daba un abrazo y me decía al oído-. Cada día estas más guapa


No me extrañaba que me dijese eso porque ni me sonaba raro, porque como dijo mi madre éramos como hermanos. Le sonreí pícaramente. 


 -Eso se lo dirás a todas ¿no? 

 -Depende – Dijo sonriéndome, para nada cohibido -. de si tienen una sonrisa tan bonita como la tuya o no.

 -¡Ey! – Gritó Dakota enfada-. No puedes ligar con ella. Ya te dijimos que se va enamorar de otro chico. Ya has perdido tu oportunidad.

 -¿Ya te lo han dicho? – Dijo mirándome con una sonrisa.

 -Si, me lo han contado absolutamente todo, desde lo de la playa hasta lo de la pared de la caseta en la que…

 -Jajaja, no me lo digas, esas cosas mejor que las dejes para tus amigas – Dijo avergonzado.

 -Bueno, bueno, lo que tu digas.

 -Así que ya sabes Jason, tienes que pensar en gente que conoces que tengan los ojos verdes y el pelo marrón. Ah, y que tengan un lunar debajo del ojo izquierdo.- Dijo Dakota mientras Clary asentía.

 -Vale, vale lo que vosotras digáis. – Dijo mientras las daba una beso a cada una en la cabeza -. Bueno, me voy que solo he venido a veros y a dejar la guitarra y me están esperando fuera. Ya nos veremos por ahí Carol. Adiós Rocío.

 -Adiós cariño. Y come un poco más que estas muy delgado – Le dijo mi madre seria mientras él se reía y se iba. La verdad es que Jason es un chico del que te podrías enamorar sin ni siquiera conocerlo, pero en cuanto lo conocías estabas perdida. Yo ya estaba medio enamorada de él cuando me dijo que era gay. La verdad es que es una pena para todas las mujeres.

 -Que tarde se nos ha hecho, los de la mudanza deben de estar al caer – Dijo mi madre, y era verdad llevábamos casi dos horas aquí -. ¿Tienes las llaves de la casa?

 -Claro querida, toma.- Dijo Carmen mientras le daba las llaves a mi madre y nos daba dos besos -. ¿Seguro que lo tenéis todo?- Dijo mientras nos despedíamos de las gemelas y salíamos por la puerta.

 -Si que lo llevan todo mamá no te preocupes – Dijo Clary, y luego dijo mirándome -. No tendrás que buscarlo, él te encontrará a ti.- Y cerró la puerta.


 Miré a mi madre que seguía mirando la puerta extrañada, pero se encogió de hombros y fue hacia el coche. Arrancamos y me puse la música para reflexionar un poco en lo que había pasado. Clary no solía mentir, eso era más el trabajo de Dakota, pero lo que me ha contado es tan extraño que me cuesta creer que se lo hayan inventado. Pero es del todo imposible que Clary vea el futuro y tenga premoniciones. Lo más seguro es que vieran esa escena en una película y la soñasen. Si, probablemente fue eso. Entonces, ¿por qué no sonaba convencida? Sacudí la cabeza. Debe de ser por el viaje y eso de cambiar de casa por lo que pensaba esas cosas. Así que me propuse dejar de pensar en ello, además ya estábamos llegando al pueblo. En ese momento una moto pasó por mi lado de la ventanilla y casi choca con nosotras. Mi madre se volvió medio loca dándole al claxon. El motorista levantó la mano como pidiendo perdón. Pero eso a mi madre no le bastaba. 


 -Menudo suicida. Casi nos lo llevamos por delante. Menos mal que lo vi por el espejo si no chocamos con él. – Dijo medio histérica. 


-Tranquila mamá no hemos chocado con él al final lo vimos ¿no? Pues ya está. Además ha levantado la mano pidiendo perdón, se ha dado cuenta de que la culpa ha sido suya. 


 -Ahora le defiendes. – Me dijo fulminándome con la mirada - . Como te vea en la moto de algún chico te vas a buscar un problema. Uno bien gordo. 


 -Lo que tu digas mamá. – Dije poniendo los ojos en blanco. 


 -Si, tu tómatelo a risa. Ya verás cuando estés castigada sin salir como no te ríes tanto. – Dijo mientras tomaba el desvío a la que iba a ser nuestra nueva calle.- Haz algo de provecho y busca el número 127.


 Las casas de esta calle eran todas exactamente iguales salvo por el buzón y algún que otro enanito de jardín. Entonces la vi. La única diferente. Y debo decir que me encantó a primera vista, aunque nunca lo admitirá delante de mi madre. Es más pequeña que las demás de la calle, pero tenía su encanto y además solo íbamos a vivir en ella dos personas. El exterior de la casa estaba pintado de azul claro y tenía un pequeño porche con dos sillas y una mesita de mimbre. El tejado acabado en forma de pico y de color blanco era lo que la hacía más diferente de las demás que o eran más modernas o no tenían el techo de de ese color. Tenía dos pisos y un caminito de piedra atravesaba el jardín hasta el porche. Mi madre se giró hacia mi sonriendo. 


-¡Ves!¡Te lo dije! Es preciosa, no me digas que no porque te lo he notado en la cara cuando has bajado del coche. 


 -¡Vale! Tenías razón. La casa es muy bonita y me encanta. Pero vamos a ver si nos gusta tanto por dentro.


 Cogimos las maletas del coche y fuimos hacia la casa. A medio camino note ese picor en el cuello al que ya me estaba acostumbrando. Mire a mi alrededor aun sabiendo que no encontraría a nadie. Podría ser algún vecino curioso que estuviese mirando en ese momento a través de su ventana. 


 -¿Carol? ¿Vamos? 

-Claro, vamos. – Dije yendo hacia la puerta. 


 La casa por dentro era moderna pero sencilla. En el salón había un par de sofás en forma de L, una mesa alargada de madera, encima de la cual había un florero de cristal con unas lilas, con cuatro sillas también de madera de aspecto robusto y con el respaldo alto. Nos íbamos moviendo por la planta baja en la que estaban el salón, la cocina, un baño y el dormitorio principal. Este tenía una cama enorme con un cabezal antiguo con flores talladas que a mi madre la encantó, y una cómoda y un armario a juego con la cama. Mi madre no paraba de hacer ruiditos de felicidad y comentarios del tipo ¿Has visto que bonito?¿Y esto? Menuda cucada. Así que me escabullí y fui a ver lo que había en la planta de arriba. Era más pequeña que la de abajo, con un pequeño cuarto de baño y dos dormitorios. No me costó decidir con cual quedarme, ya que una tenía un pequeño balcón que daba a un lateral de la casa que tenía unos rosales debajo en los que no me había fijado antes.


 -Puede que no esté tan mal cambiar de aires. – Me dije asomándome al balcón. En ese momento parecía que nada iría mal, que todo iría a mejor.


 Oí el timbre en la planta baja y a mi madre gritar ¡Voy! Debían de ser los de la mudanza con las cosas de la cocina y el baño y algunos armaritos. La verdad es que no habíamos traído gran cosa. La mayoría de las cosas se las dejamos a mi padre. Había sido un divorcio, por decirlo de alguna forma, amistoso. No hubo peleas ni discusiones por el dinero, se siguen hablando e incluso se llevan bien. Mis padres eran amigos desde la infancia y, bueno, un día tuvieron un descuido y llegue yo. Se casaron en cuanto supieron que mi madre estaba embarazada, pero a pesar de que se querían mucho no se amaban y eso acabó por romper la relación diecisiete años después. 


 -¡Carol! Baja un momento. –Me gritó. 


 -¡Ya voy! – Contesté bajando las escaleras. Me la encontré al pie de estas mirándome con ojos suplicantes. ¡Oh, oh! – me dije – esto no puede significar nada bueno. ¿Y yo antes había dicho que nada podía ir mal? Obviamente me equivocaba. 


 -Por favor, ¿puedes ir al supermercado a comprar comida para esta noche?


 Lo sabía. Sabía que me había equivocado.

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